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No recuerdo la última vez que mis padres me echaron la bronca, no es que fuera la hija ejemplar y he tenido mis reprimendas cuando tocaba, pero ninguna de este calibre. Ambos se han quedado más que panchos diciéndome todo lo que he estado haciendo mal y razón no les faltaba. Zayn se ha limitado a comer en silencio, dirigiendo su mirada a ambos lados como si alguien estuviera lanzando una pelota.

Tras la bronca, se produjo una pequeña discusión que se habló tras haber recogido la cocina, mi madre me mandó a enseñarle la habitación de invitados (que tuvimos que retirar unos trastos y dejarlos en el garaje) a Zayn. Subimos las escaleras y al final del pasillo abrí la puerta de lo que en su momento fue un cuarto de invitados, que posteriormente pasó a ser un trastero y ahora tiene pinta de habitación. Con una cama individual en el rincón, una mesita de noche y una cómoda con espejo. No había nada más puesto que el espacio era algo reducido.

Zayn dejó la bolsa encima de la cama, observando el lugar. Todo estaba blanco, limpio y sin nada de decoración. Tan solo una vela que mi madre puso, según ella para dar ambiente. Visualmente era la definición de la paz.

―¿Cómo estás? ―pregunté con cautela.

―¿Debería estar mal? ―frunció el ceño, a la par que sacaba prendas de ropa.

―Tu padre te habrá llamado.

―Unas veinte veces, al menos eso fue cuando te dieron el alta. Tras eso, igual se han duplicado ―se encoge de hombros.

―¿Zayn?

Parecía extrañamente tranquilo. Ambos sabíamos qué significaba ese partido y como se comportaba su padre ante los entrenamientos, lleva desde bien pequeño viviendo por y para el hockey.

―Mira, sé que estoy capacitado para jugar bien ese partido, Scarlett ―asegura.

―Esa no es mi pregunta, soy consciente de ello.

―Entonces te diré, que desde que aprendí a andar me han puesto unos patines en los pies ―niega con la cabeza―. He dedicado toda mi vida al hockey, a las fiestas sin control, a todo un mundo distinto a este ―señaló el cuarto―. Y no sabes cuanto agradezco estar en esta habitación, aunque prefiero estar en la tuya.

―¿Qué quieres decir?

Creo que sabía por dónde iba, debía de ser agotador tener a tu padre como entrenador. No habría ni un solo día de descanso, por desgracia. Son deportes duros, que requieren de un buen entrenamiento, condición física y buena alimentación. Mentalmente centrados en lo que están haciendo. Pero esa gente, son personas humanas que tienen derecho al descanso.

―Me gusta salir de fiesta ―admite―, pero llegó un momento en el que necesitaba beber tanto como me fuera posible para olvidar que al día siguiente tenía que ir a entrenar.

Me senté en un rincón de la cama, estaba abriendo sus sentimientos hacia mí y no sería yo quien le interrumpiera.

―Sí quiero dedicarme al hockey, es mi pasión, pero siento que... a veces me satura, Scarlett.

―Y supongo que hablar con él, de cómo te sientes es lo mismo que hablarle a la pared.

―Efectivamente ―suspira―. Entiendo que debo estar centrado, pero no tengo un solo día que diga: voy al cine, voy al parque, voy en bicicleta, voy a andar, voy de fiesta sin ponerme hasta el culo. Pero siento que una parte de mí ha vivido mucho y la otra se ha quedado por el camino.

―Comprendo demasiado bien eso ―murmuro.

―Scarlett, tú sí has vivido.

―Entre libros de clase, si a eso lo llamas vivir me alegra que alguien me lo diga ―me encojo de hombros.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora