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Di gracias de que mis padres estuvieran entretenidos con la cena para que no vieran que me dejó Zayn en casa, empezarían a hacer preguntas y no me apetecía responderlas. Principalmente porque tampoco sabría qué decirles.

―Cariño, dúchate que tenemos que hablar ―dijo mi madre.

Asentí con la cabeza, la cena aún se estaba haciendo, pero a pesar de ello me apresuré a dejar todo en la cesta de la ropa sucia y meterme rápido en la ducha. Aun con el pelo húmedo, me puse el pijama y recogí el cuarto.

Bajé las escaleras con rapidez y ayudé a mi madre a poner la mesa, había pizza casera para cenar y eso era algo extraño en esta casa ya que solíamos cenar algo más ligero por las noches. Nos sentamos los cuatro en la mesa, Rose había venido a cenar, pero estaba ayudando a preparar la cena.

―Verás Scarlett... ―empezó mi padre―. Hemos hablado con Coral, vino aquí y bueno, llegamos a un acuerdo.

Vaya, no se andaban con rodeos.

―No es necesario que le paguemos nada ―soltó mi madre―. Podemos pagarle sus entrenamientos si ganas los campeonatos más pequeños o al menos quedas en un buen lugar, más las promociones que pueden surgirte. Si llegaras a ganar el estatal... estaría la deuda saldada, cariño.

Mi mundo se paró por completo. No sé si sentirme contenta por el mero hecho de que podré entrenar de una forma legal y participar en concursos de algo que me fascina o ponerme a llorar porque mis padres se han endeudado. ¿Debí aceptar el dinero de Zayn? No, definitivamente eso estaba descartado. Me importaba más la felicidad de mi madre y que ella viera que soy alguien normal. ¿Merecía la pena que se endeudasen por mí? No, yo no valía tanto para que sucediera aquello. Rose en las prácticas cobraba una miseria, pero parte del suelo iba para ayudar en casa. La cafetería daba dinero, nos ayudaba a mantener los gastos mínimos, pero no todo era tan fácil. La vida en sí no era como la de Zayn, llena de dinero y unos padres que te ponen un fajo de billetes en la cara para solucionar cualquier problema. Incluso si Ivy se dedica a viajar por el mundo cual mochilera, tampoco tendría ningún inconveniente, su familia puede permitirse eso y más. Me estaba matando por intentar ahorrar para pagar la universidad, tenía una hucha en el armario donde iba metiendo billetes y monedas a lo largo de mi existencia. Mis padres me decían que me quedara las propinas de la cafetería así que todas ellas iban directas, no tenía suficiente claro.

La mudanza hizo estragos en nuestra economía y todo fue cuesta abajo, el freno estaba medio roto y nosotros subidos.

―¿Estás bien? ―inquirió mi hermana―. Te has puesto pálida.

―Tan solo me parece algo surrealista el asunto ―dije bebiendo agua de golpe―. No tengo trajes, mis patines tienen muchos años... Esos son gastos que no podemos afrontar.

―Coral es un amor de persona, ella va a ayudarte en todo y no te preocupes ¿vale? Sigue como siempre, estarás menos tiempo en la cafetería y te centrarás en lo que debes: patinaje y estudios ―explicaba mi madre.

Parecía tan fácil, era como rozar un sueño con la yema de los dedos y que este se desvanezca entre ellos. Claro que quería patinar y poder enseñar al mundo aquello que me he guardado para mí, pero, seguía sin creerme que yo valiera para ello. Que mis padres se hayan endeudado de esta manera, y que, si realmente fallo no podría pagar a Coral porque yo no habré ganado ni un mísero dólar.

Pero habían aceptado y ya no había vuelta atrás.

La cena siguió su curso, hablaban animadamente como si lo que se nos viniera encima fuera nada y menos. ¿Era la única que estaba preocupada?, ¿qué sentía que nos estábamos ahogando? Me limité a sonreír y hacer ver que todo iba bien, porque podía hacerlo. Lo iba a lograr con el corazón subiendo por mi garganta, ahogándome y los pulmones siendo comprimidos. Podía hacerlo con un corazón destrozado. Lo llevo haciendo siempre.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora