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Tras todo el verano pasándomelo en la piscina de la casa de Zayn junto a Ivy y Liam, jamás pensé en que llegaría el momento de empaquetar mis cosas para ir a Yale. Media habitación había quedado vacía y eso que apenas tenía nada en ella. Un camión de la mudanza lo llevaría directamente a la residencia porque eran muchas horas de coche y mi padre no podría hacerlo. Tan solo me despediría de ellos en el aeropuerto y hasta que tuviera tiempo libre para volver (a excepción de las vacaciones). Muchas veces hablamos Ivy y yo de estudiar juntas, pero ni si quiera la vida quiso que fuera así. Romantizan mucho el hecho de irse a estudiar fuera y cumplir tus sueños, pero cuando te vas sola, con una maleta y te subes al avión... todo es distinto a cómo te lo cuentan.

Siempre pensé que no sería tan difícil desprenderme de mi vida en Buffalo Grove, pero bien es cierto, que cuando aquel pensamiento se cruzó por mi cabeza, tan solo tenía a Ivy en mi vida y ella era una hoja movida por el viento. No conocía a Zayn ni me había visto involucrada sentimentalmente. Tampoco tenía como amigo a Liam, y por descontado no conocía a Helene. Sé que echaría de menos a mis padres, pero no era lo mismo, era como una sensación diferente. Aquí había echado raíces, no como en el centro que no tenía nada que perder. En esta zona, estaba perdiéndolo todo.

Me iba mañana por la tarde, así que estaba acabando de ultimar la maleta de mano con lo esencial. Ropa, neceser y alguna que otra tontería. El resto de cajas se las llevó el camión, destino a Boston. En concreto a la universidad de Yale. En un par de días tendría todo y podría desempaquetarlo en la residencia. Con mis padres estuvimos mirando y optamos por una compartida, para que no estuviera tan sola. A fin de cuentas, así era como me sentía yéndome.

―¡Scarlett! ―exclama mi madre desde el piso de abajo―. Zayn está en el coche fuera, esperándote.

Ese día mi madre se había quedado en casa haciendo trámites administrativos, no solo de la universidad que era un drama sino también de la cafetería donde cada vez era más el dinero que entraba en ella. Me até las deportivas y bajé las escaleras. Me despedí de mi madre para dirigirme al coche de Zayn, me senté y lo saludé con un beso. Como siempre.

―¿Dónde vamos? ―inquirí.

―No muy lejos ―aseguró.

―No entiendo nada, Ivy no responde a mis mensajes. El grupo está en silencio, ¿qué pasa?

Tan solo se encogió de hombros, me puso una venda en los ojos antes de arrancar el coche y se puso en marcha. Manda narices. No lograba calcular la distancia, así que, en definitiva, no sabía hacia donde estábamos yendo. El coche frenó, eso indicaba que había aparcado. Bien.

―¿Puedo quitarme la venda?

―Te mato antes de que lo hagas.

O sea, que no.

Me ayudó a bajarme del coche, con cuidado de que no me cayera. Si caí en algo fue en que tenía atrofiado el sentido de la orientación porque por más que me tuviera sujeta y agarrada de la mano, no tenía ni idea de por donde estábamos andando. El silencio era sepulcral, algo que tampoco ayudaba en nada a ubicarme.

―Odio las sorpresas ―confieso.

―Una pena ―se burló.

―Claro como no eres tú el que tiene una venda en los ojos, literalmente ―resoplé.

―Anda, que ya queda poco.

Anduvimos un tramo más hasta que paramos. Música aleatoria, sin sentido alguno empezó a sonar. Estaba muy alta. Zayn sin soltarme la mano me dijo que podía bajarme la venda. No tuvo que repetírmelo dos veces, con la otra mano la bajé cayendo encima de mi cuello. La imagen era... curiosa.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora