8

10 4 0
                                    

ZAYN

No sé qué le ha pasado a Scarlett, se quedó unos segundos observando su alrededor como si hubiera visto un fantasma. De camino a la entrenada tan solo se observaba a sí misma, se alisaba unos tejanos (o se secaba las palmas de las manos, no lo sé) y se reajustaba el cuello de la sudadera. Pequeños gestos que si no estabas pendiente no te darías ni cuenta. No quería preguntarle, inmiscuirme en sus asuntos era algo que no debía y ambos estuvimos de acuerdo en ello.

Introduje la llave de casa y la dejé en el recibidor. La casa era demasiado grande para ser tres personas, cuatro si cuentas a la ama de llaves. El silencio era sepulcral. Guie a Scarlett por el recibidor hasta llegar a la sala de estar donde se encontraba siempre mi madre a estas horas tras llegar del trabajo.

―¡Hombre Scarlett! ―exclamó mi madre.

Le había enviado un mensaje escueto diciéndole que veníamos y que competía este fin de semana. Se emocionó bastante. No en el sentido que un hijo espera, pero bueno, para ella era suficiente. Suficientemente falsa, pero quién soy yo para juzgarla.

―Buenas tardes, señora Davis ―saludó educadamente Scarlett dándole dos besos.

―Qué chica más educada ―dijo mi madre mirándome de reojo.

Toda aquella valentía que tenía en el instituto, esas sonrisas de suficiencia y ese porte que siempre llevaba desapareció. Scarlett había adoptado una postura más tranquila, ni una pizca de valentía. Más bien era como si se estuviera haciendo pequeña e insegura, creo haberla visto así una vez entrenando. A mi parecer, es como si a momentos se apagara y el interruptor que tiene no volviera a funcionar durante un breve tiempo.

―Mamá, ¿podemos ir al grano? ―resoplé.

―Por supuesto, seguidme ―dijo ella toda ilusionada―. ¿Sabes en qué trabajo, Scarlett?

―Algo sé por encima, no en detalle ―contestó ella.

Mi madre la guiaba por el pasillo que daba a una de las habitaciones del sótano, donde podía trabajar con libertad. Era un pez gordo en la empresa, dirigía muchas marcas de moda que le dejaban sus piezas para retocarlas o exponerlas para aquellos momentos que ella considerara adecuados.

Scarlett no dejaba de mirar de un lado a otro, era tan pequeña que pensé que iba a darle algo. Podía notar como temblaba, aunque fuera de una forma ligera. Sus pasos eran más bien torpes y daría todo ahora mismo por saber qué coño le pasa. ¿Por qué se comporta así? En el instituto nadie le intimida, no se deja amedrentar por nada ni nadie.

―Aquí es donde paso muchas horas cuando no estoy en la empresa ―explicó mi madre.

Era una sala toda blanquecina, con muebles de una madera clara y maniquíes con piezas de ropa. Estanterías llenas de carpetas clasificadas, un escritorio con su ordenador y todo aquello que utiliza diariamente y que nunca me he fijado en saber qué es.

―Es... precioso ―logró decir Scarlett.

―Lo sé, muchas gracias ―dijo mi madre.

Vaya tela.

―¿No te ha contado nada? ―inquirió mi madre.

Realmente, tan solo sabía acerca del traje, pero no los detalles que escondía una mísera pieza de ropa.

―El traje ―dijo Scarlett―, de la competición. No dará tiempo, así que realmente no sé qué hago aquí.

―¿Puedes quedarte a cenar? ―sugirió mi madre.

Me quedé estático, era decisión de ella. No mía.

―No quiero molestar ―dijo Scarlett.

―No lo haces, te lo estoy ofreciendo yo ―dijo mi madre―. Tenemos carne con puré de patata, ¿te gusta? Estás muy delgada, te vendrá bien comer.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora