30. LOCA

177 14 0
                                    

Heidi

Ilán no puede conseguir que tengan listo el avión para irnos hoy, pero me confirma que nos iremos al día siguiente a primera hora. Estar triste no es la palabra que usaría para describir como me siento, pero sí es una sensación agridulce. Ilán está haciendo de mí cosas que no quiero que haga y que nunca le voy a decir que logra. Cuando me está tocando es como si todo desapareciera, como si no odiara por limitar mi vida de la forma en que lo está haciendo.

—Apenas probaste tu cena —me recrimina Ilán cuando regresa y ve que apenas he tocado mi comida. — ¿Tienes náuseas?

—No, simplemente estoy aburrida —resoplo.— Es una lástima que estemos en una ciudad tan bonita y que no pudiéramos disfrutar.

Ilán se queda callado, con los brazos cruzados. Seguramente se le pasan por la cabeza miles de comentarios para hacerme sentir peor de lo que ya me siento.

—Podemos bajar a cenar al restaurante —me suelta.

—¿Ir a cenar contigo?— me río, pero él se queda serio.— Okey, lo tomo, pero solo porque me estoy aburriendo como nunca.

Me levanto de la cama y trato de ir hacia la maleta para ver si hay algo decente que ponerme de entre las cosas que Ilán me compró hoy, pero él me detiene antes de que llegue.

—Ya te arrepentiste— gruño. — Mejor no me hubieras...

Mi marido me mira de forma intensa a los ojos y a los labios. Sus ojos parecen más verdes ahora, pero aquel amarillo hipnotizante sigue presente y me deja sin aire durante los segundos en los que me mira así.

—Listo, Heidi— me dice alejándose y entonces me doy cuenta de que me colocó una pulsera que es igual a la que él tiene puesta. Ambas son de plástico y tienen un pequeño dije del hotel.

—¿Para qué es?— pregunto extrañada.

—Para entrar al restaurante como huéspedes del hotel. El servicio incluye comida me responde.— Pero si no quieres...

—Okey, okey, está bien. Me gusta la idea, esos restaurantes cobran una fortuna.

—¿Por qué te preocupa el dinero?— pregunta con los ojos entornados. —Me refiero a...

—Que siempre haya tenido dinero gracias a mis padres no significa que me guste ir por la vida despilfarrando — respondo.

Al ver la leve sonrisa de Ilán me arrepiento de haber dicho eso.

—Pero supongo que eso va a cambiar —añado.— Ahora que estoy casada contigo y que a ti no te importa gastarte una fortuna.

—Para nada— me dice con tono arrogante.

<<Eso es lo que dicen todos hasta que ven el escandaloso estado de cuenta>>, pienso con una sonrisa.

Ya veremos cuánto va a soportar Ilán con mis gastos gigantes, los cuales haré llegando a Nueva York.

—Debo vestirme —le digo.— No pienso bajar a cenar en pijama.

—Bien, vamos a buscar algo decente— contesta con una sonrisa burlona.

—Mejor lo olvido, no tienes nada decente.

—Podrías sorprenderte.

Él se aparta de mí y se inclina para tomar la bolsa. Luego de eso me indica que vaya a sentarme a la cama para que pueda mostrarme las cosas.

—Bueno, decente, es decente. Muy cubierto, pero decente —le digo cuando veo la blusa de manga corta y el pantalón.

—Muestra tus brazos.

Obsesión Legal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora