31. PREOCUPACIÓN

135 11 0
                                    

Ilán

Al llamar a la doctora, esta me dice que no me preocupe demasiado por el dolor de Heidi, ya que se le pasó al poco tiempo y no ha habido sangrado. Aun así, no me siento del todo tranquilo y no puedo conciliar el sueño. Heidi también siguió preocupada a pesar de que la doctora le dijo que los dolores son normales, pero ella se rindió al sueño.

Todavía no puedo creer que Heidi intentará escapar de mí. Lo preví, por supuesto, por eso adquirí aquellas pulseras con localizador, pero no pensé que de verdad fuese a aprovechar que ese grupo de chicas, a las cuales ya mandé a echar del hotel por haberme espiado y esperar a que mi esposa no estuviera presente, me rodeara.

Las odio por no ser capaces de provocar a Heidi, por el contrario, la instaron a escapar.

—Es la única forma que tengo de que me quieras — le susurro desde la puerta.— Y tal vez ya dejarás de hacerlo.

La preocupación hace que el dolor se apacigüe un poco, pero sigo sin estar del todo cómodo. No puedo estar bien hasta que no escuchemos el latido del bebé y nos confirmen que todo va a seguir adelante. Más allá de que es lo único que me ata a Heidi y nos obliga a estar casados, quiero que ese niño nazca, que sea fuerte y sano. No puedo explicar lo que me hace sentir el saber que mi sangre está perpetuándose, pero quiero protegerlo.

Al regresar a la sala, me siento en el sofá y me froto el rostro con las manos. El cansancio me invade, pero no voy a poder dormir. Mis pensamientos me atormentan más que nunca, pero no se me pasa por la cabeza el arrepentirme de haber obligado a esa mujer a estar conmigo. Debería hacerlo, debería sentir amor noble por ella y dejarla ser feliz en otro sitio, pero yo no sé amar a nadie, solo a ella, y no sé amarla de forma noble. El amor que le tengo busca su seguridad, pero también su control, tenerla bajo mi vista todo el tiempo. Cualquiera diría y hasta yo mismo he pensado que es solo obsesión, pero cada vez que está entre mis brazos y se entrega a mí, sé que no es así y que quiero que se quede, que haré todo lo que esté en mis manos para que lo haga.

Heidi será mi esposa hasta el final de nuestros días. Y ni siquiera muerto voy a permitir que vuelva a casarse.

—Ilán— dice Heidi con voz ronca.

Me levanto de inmediato del sofá y la volteo a ver. Heidi está con una expresión preocupada, así que temo lo peor mientras me le acerco.

—¿Estás bien? ¿Te duele? —le pregunto.

—No, tengo hambre— murmura.

Dejo escapar un leve suspiro y sonrío.

—Bueno, eso significa que el bebé está bien.

—Tengo miedo— admite. — Sé que la doctora dijo que todo va bien, pero no dejo de tener miedo.

—No va a ocurrir nada, y de todos modos llegando a Nueva York vamos a hacer otro chequeo.

—Bien, eso será lo mejor —asiente.— Quiero...

—Te preparé algo ligero.

Al final termino por prepararle un sándwich con doble rebanada de queso bajo en grasa. Heidi refunfuña, pero al probarlo le gusta no protesta más. Ninguno de los dos dice nada mientras ella come, la preocupación por el bebé ha apaciguado nuestros deseos de pelear, o al menos yo no tengo ganas de fastidiarla.

—Estuvo rico, gracias, Ilán — me dice mientras empuja levemente el plato.

—Ve a descansar— le digo.

—¿Y tú? ¿Acaso no duermes?

—No, yo...

—Entiendo, tienes cosas criminales que hacer. —Rueda los ojos.— Hasta los villanos duermen, hazlo tú también.

Obsesión Legal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora