12. VECINO

204 19 0
                                    

Heidi

Apartar las manos de Ilán de mi sexo es la cosa más difícil que tengo que hacer en la vida, pero lo logro a tiempo, antes de que cause un orgasmo con sus increíbles dedos.

No, de hecho, creo que ya me corrí. De forma entrecortada y confusa, pero me corrí.

—No me toques, loco—
le digo alejándome.— Lo nuestro solo fue un encuentro casual, supérame

—A mí no me vas a dar órdenes.

—No son órdenes, simplemente exijo respeto.

—No soy dado a respetar
— me dice con una sonrisa llena de descaro.

—Déjame ir a mi departamento, mi amiga debe estarme buscando.

—O amigo, por lo que escuché...

—Es mi amiga— digo con ferocidad y él entorno los ojos.— Sí vuelves a decir que ella es...

—Bien— me interrumpe. — Tu amiga. Pero me da igual lo que sea, pronto dejarás de vivir con ella.

Me muerdo las mejillas para abstenerme de soltarle la enorme lista de insultos que tengo registrada en el cerebro desde que aprendí a hablar. Tengo el carácter y la valentía para que no me dé miedo o culpa insultarlo, pero también sé que es estúpido ponerme a decirle las cosas más desagradables  a un juez.

—Ilán, podemos ser razonables, yo...

—Por supuesto, claro que quiero ser racional: matrimonio o cárcel, ¿por qué te resulta tan difícil de comprender?

—¿Y fianza?— sugiero.

—No, me temo que si yo no convenzo a Wood de retirar la denuncia, no puedo darte lo que pides. Y no voy a mover ni un solo dedo para convencerlo.

—Lo que quieres no tiene sentido— lo acuso.—Estás loco.

—Lamento que te hayas tenido que topar con uno.—Sonríe.

<<Ojalá no fuera tan guapo>>, pienso con rabia. Es cierto que protestar ante un acoso se hace más difícil cuando te sientes atraída por el acosador. Ojalá fuera un tipo con los dientes torcidos, ojos pequeños y de color verde popó por exceso de hierro. También debería apestar, pero no, no apesta; solo apesta a hermosura, sensualidad  y criminalidad. Y es esto último por lo que no puedo ceder. Estoy segura de que él es un tipo que tiene mucho poder, pero no del bueno o lícito. En los libros, estar con un mafioso es excitante en la vida real es aterrador.

—Yo también lo lamento —mascullo.— Nunca debí acostarme contigo.

Ilán frunce el ceño y deja de mirarme por unos momentos a la cara. Es su ego herido, o tal vez quiere darme lástima.

—Pues lo hiciste— replica, volviendo a mirarme— Así que no tienes muchas opciones para resolver tus problemas.

Por más que quiero discutir, patearle más bolas y esos millones de cosas que se me pasan por la cabeza, me limito a asentir.

—Bien, voy a pensar en mis múltiples opciones — digo con sarcasmo aquellas dos últimas palabras. — Y agradecería poder hacerlo en mi habitación, en mi cama.

—De acuerdo, ve. Pienso con calma en donde quieres pasar el resto de tu vida.

—El resto de mi vida—
murmuro, más asustada.

Mi sentido del peligro tenía razón y lo ignoré. Este hombre es mucho peor de lo que me hubiera imaginado.

—Me voy entonces.

Obsesión Legal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora