41. AMOR

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Ilán

Me puse como una maldita meta no caer en las garras de Heidi, pero estar a solas en un avión, con ella vulnerable y ansiosa de sexo  —al grado en que ha hurgado en mis pantalones para darme sexo oral — me sobrepasó. Es por ello que ahora estoy moviendo la lengua de forma desesperada, mientras que Heidi trata de succionar mi más que endurecido pene, el cual no me deja pensar con claridad cuando se trata de ella.

—Detente, ven aquí — le digo dejando de succionar. Amo su sabor, pero quiero estar dentro de ella, ya no puedo más.

Heidi suelta un gruñido, pero me obedece y busca que la penetre.
Cuando logro hacerlo, los dos sonreímos y gemimos al mismo tiempo.

En estos momentos es cuando me doy cuenta de que nunca voy a dejar de amarla y desearla, que esta loca mujer me tiene por completo en sus manos y que yo la llevo más grabada dentro de mí que cualquier jodido tatuaje que pueda tener en el cuerpo.

— Más —implora cuando me muevo lentamente. — Por favor.

— ¿Qué es lo que...?

—Solo muévete más rápido, no me digas diálogos de novela erótica barata— se queja.

Detengo por completo mis embestidas, dado que me quiero reír. Ella parece sentir lo mismo, pues se echa a reír también, hundiendo el rostro en mi pecho.

A pesar de ese repentino momento de risas, la excitación no se pierde y a los pocos segundos estoy arremetiendo otra vez contra ella, esta vez tan fuerte como ella lo pide.

Heidi apoya las manos en mi pecho y la veo entregarse por completo a mí. Es demasiado joven, y aquello alimenta mi morbo, mi deseo y mi certeza de que seré el único en su vida.

—Ilán, oh, diablos, sigue, sigue, sigue, amor, sigue.

—¿Cómo...?

—Que sigas — me exige gritando.

Me muerdo el labio inferior y sigo con mis movimientos, los cuales derivan en que los dos nos corramos al mismo tiempo y de una forma bastante intensa. Aun así, el orgasmo no me sorprende tanto el hecho de que me llamara <<amor>>.

—Nada, solo estaba caliente — gruñe mientras se aparta para acostarse a mi lado.— ¿Qué? ¿Qué pensaste? ¿Que te amo? No me hagas reír.

—Nada — digo con amargura y me levanto, sintiéndome ridículo y furioso. — No pensé nada.

Ella se queda callada y no me detiene cuando me visto y me voy, por lo que mis ilusiones se vienen abajo.

Al estar sentado, pateo el asiento que tengo enfrente, lo cual sobresalta a la azafata, quien es una persona más madura y centrada que la anterior. Por imbécil no pedí a ninguna que pudiera ser atractiva y así defender un poco mi honor. Mi vida se está yendo a la mierda de nuevo porque la estoy adaptando a una mujer que no se lo merece.

—Esta vez no vuelvo a caer —mascullo, esta vez dispuesto a cumplir con mi palabra.

Ya no voy a dejarme llevar por lo que siento, simplemente la tomaré cuando se me pegue la maldita gana. Si ella no me ama, tampoco lo haré yo, no se lo demostraré. Estoy harto.

Durante la media hora que resta del camino, no escucho nada acerca de Heidi. Parte de mí quiere ir, ya que mi amor y preocupación por ella siguen intactos, pero me mantengo en mi lugar. Mi orgullo está herido y ya no voy a dejar que ella lo pisotee más.

Heidi se aparece cuando estamos a punto de aterrizar. Ella me mira y trata de decir algo mientras se amarra el cinturón, pero se arrepiente de sus palabras y se queda callada.

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