3. MONSTRUO

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Heidi

No me cuesta nada convencer a ese hombre de que necesito ir al baño, ya que actuó con normalidad. Tengo dotes para la actuación y muchas veces en mi vida los he usado. Claro, no soy perfecta y no pude disimular el deseo por ese delicioso pelirrojo, sin embargo, sí el que tengo necesidades.

Y no miento, sí que tengo que hacer pis, aunque me duelen y me tiemblan tanto las piernas que no sé cómo es que no mancho nada. No sé mucho de penes, pero este tipo es monstruoso, apenas y me pudo entrar. Todavía me duele mucho y no creo que se me quite en días, es más, voy a tener que usar un paquete de hielos cuando llegue a casa.

Maldito monstruo.

Una vez que termino de orinar, procedo a lavarme las manos y a salir por la puerta de emergencia del baño. Salgo por la parte de atrás del lugar, el cual huele terrible y está lleno de lodo, pero no paro, no me quiero enfrentar de nuevo a ese pelirrojo.

Es una locura escaparme, pero no tengo la valentía de irme con él. Me dio mucho miedo la forma en la que me miraba y sentí algo muy oscuro en su persona. No creo que sea algo tan fuerte como un mafioso o matón, pero sí alguien que está inmiscuido en cosas no muy buenas. Y, lo siento, aunque me guste, yo no paro las narices en ese tipo de cosas. Lo mío son chismes de famosos y gente que, si comete un crimen, vería perdida su fortuna.

No le llamo a Raven ni a nadie para salir de esta situación, simplemente corro a una tienda de conveniencia y me refugio allí para llamar a un Uber. El aire acondicionado hace que me esté muriendo de frío, y el señor del mostrador me reprende por mojar el suelo.

—Lo siento, fui atacada por un salvaje— le digo con mi mejor cara de circunstancias, y entonces cambia su actitud. — No tenía donde más ir para esconderme.

—¿No quiere llamar a la policía?

—No, no, descuide — le digo.— Solo espero a mi Uber y ya. Me iré a casa.

El señor ya no me molesta, incluso me ofrece café para que me calme, el cual acepto porque el frío me cala los huesos. Mientras lo tomo, pienso en IIan, en si me va a buscar o solo va largarse. Me niego a regresar donde está, pero siento algo de tristeza. Ojalá me diera mejores vibras, ya que sería el candidato perfecto para ser el amor de mi vida, pero no puedo ignorar las enormes banderas rojas que él mismo agita.

Durante el camino a mi casa, no paro de recordar lo que viví. Tal vez para nadie una primera vez así sea algo deseable, pero yo no me arrepentí. Fue muy emocionante, muy intenso, digno de ser escrito en un libro. Lo que ese hombre me removió por dentro —además de las tripas— fue demasiado sobrenatural. Esos ojos felinos nunca se me van a olvidar, tampoco esas grandes manos y su boca de aliento delicioso.

Nunca voy a olvidar a mi monstruo.

Cuando llego al departamento no hay nadie. Raven seguro que no vuelve hasta mañana, así que con seguridad camino hacia el refrigerador y saco el paquete de hielo. No obstante, me espero hasta después de ducharme y ponerme el pijama para ponérmelo. El alivio es casi instantáneo y me hace suspirar, aunque no aleja el recuerdo de esos ojos amarillos y verdes. Por más que me intento convencer de que solo fue un simple acostón, no deja de ser el prototipo de hombre que siempre voy a querer entre mis piernas.

— Carajo, ¿por qué no encuentro uno igualito y que sea bueno?— refunfuño. — Sería hermoso.

Dejo escapar un suspiro y cierro los ojos. El hielo ya está haciendo efecto, me está dejando de doler. Mañana voy a tener que comprar una pastilla de emergencia para evitar a toda costa un embarazo no deseado. No pienso pasar un embarazo solitario. No tengo idea de qué día del ciclo me encuentro, pero debería de servir.

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