17. MÍA

216 13 0
                                    

Ilán

Por más que Heidi y su padre intentan convencerme de llegar a un acuerdo, no doy mi brazo a torcer y al final consigo que ella venga conmigo.

—Súbete —le ordeno cuando le abro la puerta del auto.

Heidi me lanza una mirada rabiosa antes de hacerlo. Yo azoto la puerta, todavía sintiendo que la sangre me hierve. No tolero que piense en deshacerse de nuestro hijo, pero no puedo detestarla y dejar de desearla. En el fondo sé que ella no quiere abortar por la mera maldad de hacerlo, sino porque se siente presionada por mí.

—Esto que estás haciendo, lejos de acercarme...

—No me importa —le suelto.— ¿Acaso no sé que me desprecias? Pero me importa una maldita mierda. Vas a tener a mi hijo, vas a aceptar todas las condiciones que te imponga y se acabó.

—Ahora me convenzo más de que huir, fue lo mejor que pude hacer —dice con voz temblorosa. — Eres un idiota, un monstruo.

Esas palabras me causan una sensación demasiado incomoda. Creí que es dolor. Aún así, me mantengo tranquilo y enciendo el auto. Tal vez, solo tal vez cuando ella se calme, logre quererme o al menos quiera quedarse.

—No es la primera vez que me lo dicen— replico con sorna.

—Claro, por eso me quieres encerrar, porque esa es la única forma que tienes de conseguir compañía —resopla.— Eres patético.

Mis nudillos se vuelven blancos cuando aprieto el volante en mis manos a causa de la rabia. Esa es una realidad: nadie en este puto mundo me quiere.

<<¿Y qué? ¿Desde cuándo te importa?>>, me pregunto a mí mismo.

Le echo un rápido vistazo a Heidi, y esta tiene puesto el cinturón de seguridad. Me alivia, aunque eso me arrebate un pretexto para seguir hablando.

A los pocos minutos de estar conduciendo me doy cuenta de que no sé a dónde diablos pienso ir. Ha pasado casi una hora desde que salí de los juzgados, así que debo regresar, pero no quiero regresar. Siento la necesidad de vigilar yo mismo que ella no vaya a hacer nada en contra del embarazo.

—¿Wood va a retirar la denuncia en mi contra?— pregunta Heidi de pronto— Si es que acepto lo que me propones.

—Sí. Pero no lo hará hasta que sea un hecho que vas a acceder.

—Entonces hagámoslo ya.  ¿Para qué perder el tiempo?

—Una boda, aunque sea sencilla, se planifica con algo de tiempo —responde de forma burlona. —Nuestros invitados deben prepararse.

—No quiero invitados.

—No me interesa que no los quieras. Tendremos una boda en forma.

—Una a la que tal vez no vaya —murmura.— Yo solo quiero una fiesta cuando me case con él hombre que...

Heidi ahoga un grito cuando mi mano aprieta su pierna de forma brusca. No quiero lastimarla y no lo haré, pero no puedo permitir que termine esa frase.

—En tu otra vida tal vez, pero en esta, Heidi, en esta solo serás mía.

Heidi frunce el ceño al igual que yo. Ninguno de los dos esperaba eso.

—No soy tuya, me estás haciendo tuya a la fuerza.

—No lo parecía cuando estábamos en el baño —me burlo.— Y no hay nada que puedas decir para negarlo.

—No, no lo voy a negar —masculla.— Pero ¿y qué? No eres el único que puede dar buen sexo.

—Pues no lo vas a averiguar —digo entre dientes.— Guarda silencio, no quiero escucharte.

Obsesión Legal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora