10. MIEDO

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Heidi

La cabeza me da vueltas y muchas preguntas se forman en mi mente mientras lo escucho juzgándome y diciéndome que lo que hice estuvo muy mal. Sin embargo, me quedo quieta, escuchando la sarta de tonterías que está diciendo este hombre. No le doy a dar el gusto de verme afectada, que disfrute de mi miedo, el cual sí le tengo, pero no pienso mostrar.

Al tiempo en que me pierdo en esa exquisita voz, mi mente va encajando las piezas que hacen falta en mi complicado rompecabezas. El juez que mencionó Salazar, el apellido Kingston, el hombre del callejón, el hecho de que me dejaran sola con este problema y ciertas cosas extrañas que he vivido durante esta semana. Mi mente no estaba alucinado con este hombre, en realidad él me estaba siguiendo.

¡Esta es su venganza por escaparme!

Mi abogado lo da todo por argumentar a mi favor, diciendo que fui invitada por una persona de la casa. Yo no me molesto en abrir la boca, ya que sé que solo estamos perdiendo el maldito tiempo aquí. Y puedo sentir que tanto mi padre como Andrick, que también están en la sala, piensan lo mismo. El juez, sin embargo, lo escucha con atención y por momentos asiente. Yo no puedo evitar pensar que mi corazón y otras cosas más al sur palpitan por él,  tampoco puedo dejar de pensar en ese momento tan intenso que pasamos. ¿Cómo puede ser este tipo el mismo que me quitó la virginidad? ¿Cómo puedo sentirme atraída y a la vez desear que desaparezca? Este tipo tiene una belleza cautivante, pero también un aura de perversidad y maldad. Como reportera sería un caso digno de análisis, pero como mujer es una puta bandera roja de la que hay que escapar a toda costa. Creo que puede llegar a ser peor que el estúpido novio de mi amiga.

Aquellos ojos felinos se encuentran con los míos muchas veces durante la sesión. Por más temor que le tengo, se la mantengo para que sepa que más vale que me deje libre y que se olvide de lo que pasó entre los dos. También creo que es una buena idea, si me llega a liberar, disculparme por dejarlo así y proponerle ser una mejor empleada a partir de ahora. Si él me deja en paz, yo seguiré trabajando para su revista sin contarle nada a nadie. Claro, con su correspondiente aumento de salario.

—Vamos a suspender esta sesión para dentro de una semana— concluye él.

—¿Podría ser para el siguiente lunes? ¿Por qué en domingo?— suelto sin pensarlo.

Y esta es otra de las razones por las que odio un poco a Cavani, que en paz descanse. Hace tan solo unos meses se ordenó que los juzgados también siguieran operando los fines de semana, claro, a consideración de cada juez que quisiera trabajarlos. Los domingos son mi bendito día de descanso, donde veo todas las series que no puedo ver entre semana. ¿Acaso también averiguó eso o es un adicto al trabajo? ¿Ya ven por qué creo que es una bandera roja? Por eso tiene así el cabello.

Johansen me mira desconcertado y veo que el juez está sonriendo.

—Claro, ¿cuándo le queda bien, señorita Butler?— me pregunta con ironía.

—Olvídelo, señor juez— respondo.

—Mi clienta solo está alterada, su señoría— dice Johansen.

—Es extraño, dado que se ha mantenido tranquila durante todo este rato— dice Ilán, aún siendo sarcástico.

Solo espero que nadie esté grabando esto. No quiero terminar en esas recopilaciones de YouTube sobre juicios bizarros que a veces me gusta ver y comentar con mi hermano. A ninguno de los dos se nos habría dado la abogacía ni volviendo a nacer, pero es entretenido ver ese tipo de videos y pensar que la gente es estúpida. Pues bien, creo que ya no los voy a juzgar tanto. Hay algunos jueces que te sacan de quicio, e Ilán Kingston está despertando todo lo peor de mí.

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