25. OBSESIÓN

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Ilán

Tener el pretexto para viajar a una playa no me hace del todo feliz, sobre todo cuando tengo una esposa que me desprecia. Sé muy bien que me lo estoy ganando a pulso, pero simplemente no la puedo dejar ir. Pese a todos los dardos mentales que me tira cada vez que sostenemos una conversación, ella me obsesiona, hace que quiera abrir los ojos todos los días.

—¿Cuánto tiempo vamos a estar dentro del avión?— me pregunta Heidi cuando estamos abordando.

—Cuatro horas, tal vez un poco más —contesto.

—Bueno, no es tanto — dice aliviada. — Me encerraré en la habitación y no quiero que me molestes.

—Esa es claramente una invitación —replico con una leve sonrisa.

Heidi intenta que separemos nuestros dedos entrelazados, pero la aprieto más y ella se rinde. Ahora mismo parece una niña caprichosa a la que debo ponerle límites y educar, aunque es posible que sea yo quien necesite más educación.

Soy muy consciente de todo el mal que le estoy haciendo, pero ella tiene la culpa por cruzarse en mi camino, por acceder a que me metiera entre sus piernas y por decirme y demostrarme que soy el primero y el único en su vida. Mi obsesión crece cada día más y ya no hay manera de deternerla.

Ella va a ser mía para siempre.

—Bonito avión —masculla al entrar.

—Sí, lo es.

—Seguro que aquí transportas drogas.

<<Cosas peores>>, al recordar a Alena Cavani y a muchas otras chicas que trabajan para los clubes.

Heidi se estremece al verme la cara, pero no dice nada, tan solo se suelta de mi agarre.

—Quiero cambiarme, no soporto este horrible vestido.

—A mí me parece que elegiste el mejor —le digo con tono sardónica, aunque sea una opinión sincera.

—Claro, porque te encanta que me vea como una muñeca de pastel ridícula.

—Eres tú la que eligió, no me culpes.

Heidi deja escalar un grito y una pataleta de frustración.

—Llévame ya a la habitación, y espero que me dejes ahí. No quiero verte en todo el viaje.

La tomo del brazo otra vez y la llevo hasta el pasillo. La azafata intenta decirme algo, pero le informo que voy a estar dentro de la habitación y que no quiero ser molestado, a lo que ella asiente.

—Lo siento mucho, pero solo hay una habitación — le digo cuando llegamos a la puerta — Y me gusta estar allí.

—Pues ahora soy tu esposa y si quiero privacidad...

—Deja de hablar y entra— le ordeno.— No es la primera ni la última vez que te veo desnuda.

—Ya no me verás— dice con tono arrogante.— No tendremos más sexo.

Cuando por fin entramos en la habitación, Heidi frunce el ceño. Dentro hay una cama matrimonial y pétalos esparcidos en ella en forma de corazón con flecha.

Cualquiera pensaría que soy un esposo romántico, pero en realidad lo hice para ver su cara y burlarme.

—¿Qué es esto?— pregunta muy tensa.— No me digas que quieres ser un esposo romántico. No te queda.

—En realidad la flecha significa que te atrapé— le explico riéndome.

—Hijo de puta —dice enfurecida, lo que aumenta mi diversión. —¿No puedes dejar de reírte de mí? ¿No te basta con arruinar mi vida?

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