Capítulo 40

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Escuchen estas canciones para que tengan mejor experiencia en el capítulo: Rulle-Come fly me, Rulle-The other Side, Imagine dragons- Enemy, Dermot Kennedy- Power over me.

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Capítulo no apto para todo el público.

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Capítulo 40

Mónica

Y volvió a meter mi cabeza al tanque de las pirañas: mis ojos se abrieron por completo dentro del agua y caló dolorosamente, pero no pude cerrarlos. Mis ojos estaban alertas y sentí cómo esas malditas cosas se acercaban a mí, y entonces, Calix me levantó nuevamente la cabeza.

—Sabía que confiar en una drogadicta no era fiable... —escupió, con una sonrisa cruel que me heló hasta los huesos.

Intenté defenderme al menos un poco, pero volvió a sumergir mi cabeza en el agua. Las pirañas se acercaban cada vez más a mí. Y Calix volvió a sacar mi cabeza. Como si estuviera jugando con mi miedo.

Estaba tragándome el agua y sentía que se iba a mis pulmones.

—La agresividad de las pirañas suele estar relacionada únicamente con situaciones de estrés, como la escasez de alimentos —susurró cerca de mi oído, mordiéndolo—. Y justo reduje su espacio y limité sus accesos a alimentos para aumentar su agresividad.

Mordió tan fuerte que me hizo sangrar, y entonces volvió a meter mi cabeza dentro del agua. Esta vez, las pirañas comenzaron a nadar hacia mí. Yo grité tan fuerte debajo del agua que tragué una gran bocanada.

Levantó nuevamente mi cabeza.

—Este método de tortura lo utilizamos para obtener información o provocar coerción —continuó, con la misma calma que un científico observando su experimento.

Sollocé fuertemente, mi pecho se desgarraba con cada espasmo. Mi corazón, roto en mil pedazos, era un eco ensordecedor de lo que alguna vez fui. Cualquier hilo que me mantenía cuerda... se rompió con violencia.

Todos los hombres en mi vida tenían una sola misión: destruirme. Había creído, aunque fuera por un instante, que Calix sería la excepción. Que tal vez, solo tal vez, no sería como ellos.

Pero estaba equivocada.

Calix no era diferente. Era peor.

Había algo en él que siempre me había hecho sentir segura, como si su mera presencia pudiera protegerme de cualquier tormenta. Pero esa noche, todo cambió. Calix no era un refugio, sino otra tempestad. La frialdad en sus ojos era un eco del infierno que había conocido antes, un infierno que llevaba el nombre de mi padre.

Quise responder, defenderme, pero mis labios se sellaron. La Mónica que se enfrentaba a él no era la mujer que había aprendido a esconder su dolor tras una fachada de fuerza. Era la niña rota que había visto a su padre destruir todo lo que amaba, la que había aprendido que amar era peligroso.

—¿Sabes lo que hacen las pirañas a su presa? Despedazan la carne en segundos, dejando solo huesos. ¿Quieres comprobarlo?

El pánico se apoderó de mí, pero cualquier intento de resistencia era inútil. Sentí un dolor agudo cuando una navaja cortó mi cuero cabelludo; la sangre caliente comenzó a deslizarse por mi rostro, goteando en el agua oscura.

Destrúyeme, cariño (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora