Capítulo 33

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No me gusta nadie mejor que tú,

Es verdad,

Me arrastraría una milla en un lugar desolado con serpientes,

Oh, soy un animal, dame un tramadol, dame el jugo,

El mundo es una maldición,

Te mataré si lo dejas,

Sé que tienen pastilla que te pueden ayudar a olvidar,

Lo embotellan, lo llaman medicina, pero yo no necesito drogas,

Porque estoy lo suficiente drogada.

-K. Flay.

Capítulo 33

Mónica

—Asfixiar, azotar, el placer derivado de cualquier tipo de dolor y humillación no son para débiles de corazón, cariño. Cuando estés lista para dejarte llevar, lucharás con cada instinto en tu cuerpo. Y créeme, nena, eso será mucho mejor que un simple orgasmo.

Me gustaría darle eso que menciona... me sentía en deuda. Darle ese placer, aumentaba el mío. Saber qué un hombre como él, esperaba algo tan íntimo de mí, tan oscuro, perverso... me hacía sentir jodidamente única. Que solamente alguien como yo podía darle eso. Tal vez el sexo y el placer iba más allá de estar acostada y él penetrándome.

Y entonces, apretó el cinturón alrededor de mi garganta con una fuerza desmedida, más intensa, más brutal, más salvaje, más despiadada. El tirón feroz empujó mi barbilla hacia arriba, arrancándome de sus hombros mientras mis dedos se rendían, resbalando por los duros contornos de su espalda. El ángulo de mi boca se volvió una invitación peligrosa, su lengua enredándose en la mía, reclamándola, mientras sus exhalaciones, calientes y entrecortadas, quemaban mi piel.

Quiero que me tome; que me asfixie mientras se deleita; que me use de cualquier manera que sacie a su bestia interna, su hambre voraz, sin reservas. Pero cuando el oxígeno comienza a escasear, todo se vuelve demasiado. Mis pulmones arden, el dolor se extiende como fuego y el aire se quema en mi pecho. Manchas negras empiezan a oscurecer mi visión, y el maldito pánico se desborda, llevando mi mandíbula a chocar contra la suya. Ya no hay besos. Ahora estaba luchando contra él.

Comencé a luchar por mi liberación.

¡Libérate, Mónica!

No puedo respirar. Mis manos se agitan desesperadas contra su espalda, y mi cuerpo se retuerce frenéticamente, buscando escapar de su control.

De pronto, la presión del duro cuero desapareció, y con ella, el peso sofocante que me inmovilizaba. Me llevé las manos al cuello, jadeando por aire mientras el miedo helaba mis venas y las lágrimas nublaban mi visión. Calix pasó una mano por su cabello, una mezcla de frustración y rabia destellando en su mirada.

—No estás malditamente lista.

Solté mi garganta adolorida y me senté, temblando.

—No estaba preparada... tal vez si no me aprietas tanto, yo pueda...

—¡No se trata de eso! —gruñó, interrumpiéndome—. Se trata de llevarnos al límite. Esto no es un maldito juego, Mónica. —Dicho esto, se dirigió al tocador y sacó unos bóxers negros—. Piensa bien lo que dices y aceptas. Graba eso en tu mente. Cuando hagas algo, piénsalo, porque muchas veces no hay vuelta atrás.

—Lo siento, me asusté —grité, la voz quebrada—. ¿No puedo asustarme? ¿No puedo retractarme? Todo esto es nuevo para mí... Lamento no poder complacerte como quieres. Solo dame tiempo. No quiero sentirme tan vulnerable...

Destrúyeme, cariño (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora