Capítulo 33 | Visita sorpresa.

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Capítulo 33 | Visita sorpresa.

Madison.

Llevo una semana sin pisar la Universidad, literalmente, ni siquiera he salido de mi cama para nada. No por la promesa de Alex, que también. Si no por el tremendo dolor de garganta y el terrible resfriado que tengo encima.

No porque haya llevado ropa inadecuada, sino porque Luka estaba enfermo, él se lo pasó a Abby, y ella a mí.

Por ello, también estoy aislada de mi móvil, con quinientos doce mensajes sin ser capaz de contestar a uno. En resumidas cuentas, mis días se basan en estar rodeada de pañuelos y quejarme de la vida con unas sopas de por medio.

Aunque no voy a mentir, también me ha venido bien para pensar y digerir lo último que Alex me dijo después de que lo rechazara. Esa afirmación me deja pensando constantemente en qué pasaría si le dijera que me muero de ganas por darnos una oportunidad, que, pienso en él a todas horas y que cada beso, me sabe a poco.

Pero claramente, no se lo puedo decir.

De nuevo, debo hacer las cosas como deben ser y no perder el tiempo con estupideces que sólo nos harán sufrir en un futuro. Sin embargo, mi abuela, me saca de mis pensamientos llamando a la puerta.

— Pasa.

La puerta se abre a su paso y la observo dejar una bandeja con un bol con otra sopa y en la mano medicación. Hace un hueco en la mesilla de noche entre la insulina y la deja ahí.

— ¿Cómo te encuentras?

Hago una mueca que ni yo sabría interpretar.

— Que no se te olvide que esta tarde tienes la operación.

Mierda, se me había olvidado.

Abro bien los ojos y niego con la cabeza como si de una catástrofe se tratase.

— Maddie, no es para tanto.

— ¿¡Que no es para tanto?!

— Mándame la ubicación que estoy allí en menos que canta un gallo.

— Está bien.

— No cambias nada con los años, ¿eh?

— No, la verdad es que no. -admito-. La única diferencia es que no estará mamá para cogerme de la mano.

Se levanta de la cama y recoge los tantos pañuelos que hay por todo mi alrededor. Son las tres y media, eso quiere decir que mi tortura será en breve.

— Cielo, hay que aprender a vivir con los cambios de la vida.

Tira todos los desperdicios a la basura y quita el libro de la mesilla de noche abordado entre toda la medicación. Al cogerlo, sonríe, y otro recuerdo me viene a la mente.

— Cariño, extiende el mantel en la mesa, así cuando venga mamá estará todo listo.

Le hago caso, cojo el mantel de cuadros rojo y blanco y cubro la mesa, para después preparar tres vasos de agua y esperar a qué papá sirva la comida en los platos.

— ¿Puedo comer helado de postre?

— Cielo, estamos en noviembre.

— Por favor, papá. -le suplico.

Está bien, pero ni una palabra de esto.

Corro a lavarme las manos y cuando vuelvo, mamá ya está en casa dejando su bolsa con un nuevo libro dentro.

Una Inesperada PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora