Capítulo 12 | Una sola cama.

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Capítulo 12 | Una sola cama.

Alex.

Ya lo he dicho. Que sea lo que Dios quiera. O mejor no.

— Buenas noches.

¿Qué es lo que hago yo cuando me pongo nervioso y no sé qué decir? Huir del problema, aunque eso conlleve una ralladura de cabeza por parte de la otra persona. Madison se queda estática durante unos minutos, pero finalmente me da la espalda.

Lo he dicho sin pensar. Totalmente. Y encima después de rechazarme. Aunque no ha sido un rechazo en sí, más bien me ha rechazado antes de que se lo propusiera. Iba a decirle de olvidarnos del puñetero pacto y empezar ella y yo de cero, pero pensándolo bien es mejor así. No tengo la cabeza como para pensar en relaciones con nadie ahora mismo, por lo menos mientras intento solucionar el caso. Ahora necesito enfocarme en ello y en nada más, aunque me muera de ganas por hacerlo. Pero no voy a meterme en una relación en la que no dé el cien por cien. No es justo, y me importa demasiado como para hacerle eso.

No consigo dormir en toda la noche, esa es la realidad. Invierto la mayor parte de las horas intentando calmarme para no despertarla y decirle que realmente me muero de ganas por besarla y decirle que yo, por mi parte no tengo que fingir nada. Pero eso es imposible. Lo que sí hago es observar, no de manera escalofriante, para eso tenemos a Edward Cullen, ese momento me doy cuenta de que podría hacerlo insaciablemente. Si no porque me sorprende lo relajado que estoy con tan sólo mirarla. Jamás había encontrado pacífico ver descansar a alguna persona.

Su respiración es pausada y va al compás con su pecho que sube y baja prolongadamente. Sus ojos están cerrados y las pestañas se curvan hacia arriba de tal manera que cuando me mira parecen dos abanicos. Sus labios perfectamente lisos y carnosos se entreabren en sueños y sus cejas se fruncen.

Sostengo mi cabeza apoyándola en mi mano que está apoyada en mi brazo con el codo en la almohada. Me atrevo a apartarle el pelo de la frente y entonces se mueve girándose completamente de cara a mí. Esta vez me dijo más detenidamente en esas facciones que no se pueden ver a simple vista. Cuento un total de treinta y dos pecas por la nariz y diez por el resto de la cara. Sus pestañas cuentan con ciento veintiocho, eso sin contar las del párpado inferior.

Me conformaré con mirarla porque es lo mínimo que obtendré, pero por lo menos por ahora, puedo acariciarla y decirle aquello que me viene en gana, aunque sea por parte del acuerdo.

Alexander, estás mal de la cabeza.

Cada minuto que pasa me siento más orgulloso de mí mismo por haber tirado esa almohada al suelo.

Necesito una distracción. Miro el reloj de la mesilla de noche y marcan las seis y cuarenta y tres de la mañana. Y yo no he dormido nada. Genial. Me levanto a por el móvil para por lo menos distraerme con otra cosa, no vaya a ser que se despierte y me pille mirándola.

Mia, el caso. Todavía no le he dicho a mi tío lo del cementerio y que vi a Abby, supongo que tendré que hablar con él, pero eso son asuntos de los que se tendrá que ocupar el Alex del futuro. Miro por segunda vez sus redes sociales, Instagram concretamente, pero me distraigo. Al final no sé si cómo acabo en el perfil de Sean. O más bien sí lo sé.

Deslizo durante varios minutos, aunque no sé exactamente lo que busco. Por su perfil, ha tenido varias novias, en las que anuncia etiquetándolas y con el pie de foto << No la miréis mucho, es mi novia. >> y de pensar que ha estado Madison con eso. Su foto con ella no es diferente, pero es con la que más tiene. Publicaba fotos con ella durante nueve meses, todos con el emoticono del beso.

Una Inesperada PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora