claire's pov
Abrí lentamente mis ojos resecos y me encuentro con una oscuridad total. Siento el dolor pulsante en cada parte de mi cuerpo, como una oleada de sufrimiento incesante. Aprieto los ojos mientras un sollozo me sube por la garganta. Una lágrima se desliza por mis pestañas y mi pecho tiembla con el esfuerzo, tratando de no romperme.
Todo lo que había sentido, la calidez de la presencia de mi madre y Pattie, el consuelo de sus palabras se disipa lentamente mientras la realidad me golpea con fuerza. No estoy en el hospital, no estoy con mi madre. Todo había sido un sueño, una fantasía creada por mi mente para protegerme del dolor y la soledad.
El dolor físico se intensifica, y con él, la amarga realidad de mi situación. Estoy sola en la oscuridad, sin la seguridad de los brazos de mi madre o el apoyo de Pattie. La esperanza que había sentido se desvanece, reemplazada por la crudeza de mi situación.
Intenté moverme, pero el dolor me inmoviliza. Cada pequeño movimiento envía oleadas de agonía por mi cuerpo, recordándome que esto no es un sueño del que pueda despertar. Es mi realidad, una realidad en la que estoy atrapada y herida. Un gemido se escapa de mis labios mientras la desesperación se apodera de mí. Me esfuerzo por recordar los detalles del sueño, aferrándome a la calidez y el amor que había sentido, pero es inútil. La oscuridad es abrumadora, y el dolor es la única verdad que puedo sentir.
—Mamá... —susurro, mi voz apenas un hilo de sonido en la inmensidad de la noche.
El eco de mi llamado queda sin respuesta, y las lágrimas fluyen libremente por mi rostro. Me siento atrapada, perdida en una espiral de sufrimiento sin fin. En ese momento, la esperanza parece un concepto lejano, y la soledad es mi única compañía.
El sueño había sido un refugio, una ilusión de consuelo que ahora se siente cruelmente distante. Intento respirar profundamente, buscando una chispa de fuerza dentro de mí. Sé que necesito encontrar una manera de sobrellevar este dolor, de enfrentar la realidad que se cierne sobre mí.
Vagamente, recuerdo salir de la tienda con Christian. El auto siguiéndonos, la llamada con Justin. Ser sacudida hacia adelante, y luego nada. Y ahora estoy aquí... donde quiera que esté. Pero no en un lugar seguro, porque no está Christian y tampoco Justin.
Mi respiración se intensifica aún más y mi corazón late con tanta fuerza que me duele físicamente al golpear contra mi pecho. Necesito las pocas fuerzas que me quedan para mantenerme en silencio.
A continuación, se oyen voces apagadas, amortiguadas por el ruido de mis oídos, pero cada vez más fuertes. Esfuerzo mis oídos, tratando de escuchar por encima del latido de mi corazón y el dolor que se hincha en mi cuerpo.
Apretando los dientes contra el dolor, agarro lentamente unos mechones de mi cabello y tiro de ellos hasta que se liberan. Los agudos pinchazos son intrascendentes comparados con el resto de mi cuerpo. Mantengo mis movimientos mínimos y lentos.
Con la venda puesta, no tengo ni idea de si pueden verme bien. Un movimiento fuera del rabillo de su ojo puede alertarlos. Muevo los dedos hasta que las hebras se aflojan y caen. Justo cuando voy a buscar más cabello, chocan con una protuberancia particular y brutal en el camino, y no puedo evitar que se me escape el aullido.
—Bienvenida a la tierra de los vivos, bebé. —Mi cuerpo se tensa inmediatamente cuando reconozco esa voz, pero es imposible. Debo estar delirando.
—Hijo de puta. —Susurré. —Cuando Justin te encuentre, te torturara hasta que ruegues que te mate. —Se ríe sin humor.
—Eso lo veremos, si es que te encuentra.
Antes de que pueda abrir la boca para responder, siento un pinchazo en el brazo, seguido de una sensación de ardor que se extiende por mis venas. Aspiro una fuerte bocanada de aire. Y resulta que es el último aliento que tomo antes de que descienda la oscuridad.
Hay un hombre parado en mi puerta y me toma un momento reconocerlo. Pensaba que estaba viviendo una de mis peores pesadillas, pero mientras comienzo a recobrar la comienza y el dolor vuelve a aparecer. Todo parece ser más real que nunca. Siento mi estomago revolverse cuando veo el rostro del monstruo de mis pesadillas.
Alex.
Tiene una cicatriz en su frente, mientras apoya todo el peso de su cuerpo en una de sus piernas. El dolor en mi cuerpo se intensifica, pero la presencia de Alex me hace olvidar momentáneamente mi propia miseria. La crueldad en su sonrisa y la dureza en sus ojos me llenan de una mezcla de miedo y rabia.
—¿Pensaste que estaba muerto?. —Alex se burla.
—¡Déjame en paz! —grito.
Mi respiración explota sobre mis labios y mi corazón late con fuerza en
mi pecho. Siento que mi espalda me está matando, estoy rodeada de un líquido pegajoso, tardo unos segundos en darme cuenta de que estoy sobre un charco de mi sangre.
—¿Por qué huiste de mí, Claire?. Sabias que estamos destinados a estar juntos —Se acerca a mí y jala fuertemente de mi cabello. Me las arreglo para darme la vuelta y, cuando Alex se sube encima de mí, lucho con todas mis fuerzas.
—No te temo. —murmuro, aunque mi voz traiciona el miedo que realmente siento. Alex se ríe suavemente, una risa sin alegría que resuena en la habitación oscura.
—Deberías. —dice simplemente, antes de apagar la linterna y sumergirnos de nuevo en la oscuridad total.
Le doy una bofetada y un arañazo. Mi respiración estalla en bocanadas calientes sobre mis labios secos. Mi corazón golpea contra mis costillas Envuelve sus manos alrededor de mi garganta y, mientras aprieta con fuerza, grita:
—¡Mira lo que me hiciste! ¡Me disparaste en las pelotas Claire! Me disparaste en las pelotas zorra, pero no me mataste.
Se inclina tan cerca de mí que puedo oler su aliento y su voz tiembla de
rabia cuando dice:
—¿Sabías que puedo seguir follando sin un testículo?.
Aprieta sus dedos alrededor de mi cuello como si estuviera tratando de aplastar mi tráquea y yo jadeo en busca de aire. Se inclina más cerca y, cuando veo la mirada trastornada en sus ojos, susurra:
—Mira. Lo. Que. Nos. Hiciste. —Saco un cuchillo de su pantalón.
Solté un chillido y apretó aún más mi cuello. Solté un grito cuando comenzó a cortar la piel, intenté alejarme, pero apretó mi cuello hasta que sentí un fuerte ardor y se alejó.
—Justin nunca te quito esta mierda. —Me miro sonriendo. —El hijo de puta debe de estar volviéndose loco. —Salió del cuarto. Volvió a los segundos con una jeringuilla en sus manos. —Tienes la espalda muy mal. Voy a anestesiarte y a curarte, ¿está bien?
Mi respiración aun es agitada y mi visión es borrosa. Siento un pinchazo en mi brazo derecho, justo cuando mis ojos empiezan a enfocar, mi visión se vuelve a nublar y mis párpados se vuelven pesados. No puedo luchar contra el profundo impulso de cerrar los ojos.
No quiero luchar contra ello. No cuando me aleja del dolor.