claire's pov
La punta del pie se engancha en una roca y tropiezo con ella, consiguiendo enderezarme antes de comer tierra. El frío se ha instalado en lo más profundo de mis huesos, y toda la sensibilidad de mis manos y pies se ha agotado. No sé cuánto tiempo llevamos corriendo, pero mi cuerpo me está rogando que me detenga.
—¡Claire! ¡Vuelve aquí puta zorra de mierda!.
—Claire, están cerca. —Gemma jaló de mi mano. —Levántate por favor, no podemos parar.
Me incliné hacia un lado y sentí cómo todo mi estómago se revolvía. El líquido subió por mi garganta y vomité con fuerza, sintiendo cómo el ácido quemaba mi garganta.
—Claire, por favor. —Gemma rodeó mi cuerpo con sus brazos, ejerciendo una fuerza increíble para levantarme. —Tú puedes, no te detengas.
El mareo y la debilidad me invadieron, pero me obligué a poner un pie delante del otro, luchando contra el dolor y la náusea que amenazaban con derribarme en medio de la oscuridad.
—¡Claireeee!.
El grito de Alex resonó nuevamente en el bosque, sacudiendo mis sentidos y enviando un escalofrío por mi espalda. Sus voces están todavía relativamente lejos, pero no he cubierto ninguna de mis pistas. No he tenido tiempo de hacerlo.
No tengo ni idea de si saben cómo seguirlas, probablemente no, pero no importa. Logramos correr un par de metros más antes de que el dolor vuelva a extenderse por todo mi cuerpo y vuelva a caer de golpe al suelo.
Esta vez, soy incapaz de agarrarme. Me caigo hacia delante, aterrizando torpemente sobre las manos y las rodillas, con una agonía que se dispara por el impacto. Dejo caer la cabeza entre los hombros y me esfuerzo por respirar.
—No puedo seguir.
—No digas eso.
Dentro, y fuera.
Dentro, joder, no puedo respirar.
Mi rostro entumecido se contorsiona y un sollozo se arrastra por mi garganta como una araña. El dolor comienza a aumentar y me esfuerzo por no soltar un grito para no delatarnos. Sacudo la cabeza, inhalando bruscamente, esforzándome por recomponerme. Vuelvo a inhalar y me levanto a la fuerza, con trozos de roca, hojas y palos incrustados en las palmas de las manos.
—Tienes que correr. —Susurré. —Busca un lugar en donde esconderte, Nero va a buscarte.
—No, no te dejare.
—No puedo correr más. Es todo. —Trague saliva. —Si me atrapan, podre distraerlos y tu tendrás tiempo.
Gemma me abrazó con fuerza, con sus sollozos resonando en mi pecho mientras la oscuridad de la noche nos rodeaba, envolviéndonos en un abrazo gélido. Mi cuerpo temblaba con cada lágrima que ella derramaba, mientras luchaba por mantenerme firme en medio del caos que nos rodeaba.
El shock me había sumido en un estado de entumecimiento, mi mente luchando por procesar la realidad de lo que acababa de suceder. Mis sentidos estaban abrumados por la violencia y el miedo que aún palpitaban en el aire, mientras la adrenalina se desvanecía lentamente, dejando a su paso una sensación de agotamiento abrumador.
—Me quedare contigo.
—No, no dejare que te hagan daño. —Tomé aire. —Corre, no confíes en nadie. Escóndete hasta escuchar a Nero o Justin. Puedes confiar en él, es mi novio. Busca a Salvatore, será duro, pero puedes hacerlo.
—Encontrare ayuda. —Asentí. —Lo haré.
—Está bien, corre estaré cerca. —Asintió. —No te detengas. No importa lo que sea que escuches, no te detengas. —Ella asintió.
—Gracias. —Le di un suave empujón hasta que comenzó a correr.
El dolor en mi vientre era implacable, cada contracción era como un puñetazo que me dejaba sin aliento. A pesar del miedo y la incertidumbre, sabía que no podía quedarme allí para siempre.
Reuniendo toda mi fuerza, me obligué a ponerme de pie, apoyándome en el tronco del árbol para mantener el equilibrio. Cada paso era una batalla, cada respiración era un desafío.
La oscuridad me envolvía, amenazando con engullirme en su abrazo gélido. Pero seguí adelante, arrastrándome a través de la maleza, luchando contra el dolor y el miedo que amenazaban con paralizarme. Finalmente, no pude soportarlo más. Las contracciones se volvieron insoportables, sacudiendo mi cuerpo con una ferocidad que me dejó sin aliento.
Caí de rodillas en el suelo, la tierra áspera y fría golpeando mis rodillas mientras luchaba por contener un grito de angustia. Ahora, realmente me arrepiento de esa decisión. Miro a mi alrededor, esperando encontrar algo que me impulse a levantarme, pero no hay nada aquí.
Me escondí detrás de las ramas, tratando de desvanecerme en la oscuridad mientras el dolor me consumía. Cada aliento era un esfuerzo, cada movimiento era una tortura. Pero sabía que no podía rendirme, no cuando la vida de mi bebé dependía de ello.
Jadeando, miro hacia abajo y observo que mis manos siguen cubiertas de sangre. Me ha empapado la ropa, los brazos y las piernas también. La piel me pica y está irritada, y noto que se está desprendiendo. Me limpio los mocos de la nariz. Un gemido retumba en mi garganta, con la espalda dolorida por mi posición rígida.
—A dormir, a dormir A dormir, mi bebito. —Acaricie mi vientre. —Que tus sueños sean siempre De amor, cariño y paz. A dormir mí bebé. —Solté un gemido fuerte. —Que los ángeles van. A cantarte y cuidarte Para que duermas en paz.
Un sollozo me sube a la garganta, amortiguado por mi mano. Ahora que tengo la cabeza más clara, puedo decir con absoluta certeza que, de hecho, no quiero morir aquí. Pero parece que voy a hacerlo. Otra ráfaga de lágrimas me inunda los ojos y se me hace un nudo en la garganta.
—Lo siento. —Dije mientras acariciaba mi vientre. —Lo siento, intente hacerlo. Intente ser una buena madre.
Cuando una contracción más fuerte que las anteriores me sacudió hasta lo más profundo, un grito de angustia se escapó de mis labios. Me hundí de rodillas en el suelo húmedo, sintiendo cómo mi cuerpo se retorcía con el dolor y la incertidumbre.
El eco de un disparo resuena en la oscura noche, perforando el silencio con una ferocidad espantosa. Me quedé inmóvil detrás de las ramas, sintiendo el terror correr por mis venas mientras el sonido se desvanecía en la distancia.