e i g h t

180 9 4
                                    

claire's pov

Hizo honor a su promesa y me folló tal y como dijo que pensaba hacerlo. Me resistí todo lo que pude, pero me ató con dolorosas ligaduras y me clavó su erección hasta el fondo.

Dolía.

Dolía mucho.

No pude hacer otra cosa que quedarme allí tumbada y aguantarlo. Me sentí asquerosa. Sucia. Quería llorar, pero me negué a hacerlo. Me negué a darle esa satisfacción. No se merecía mis gritos ni mis lágrimas. Quería doblegarme, porque sabía que sería un desafío.

Cuando terminó, volvió a tomarme, una y otra vez. Pasé la noche en agonía y pensé que iba a partirme en dos, justo por la mitad. Para cuando quedó satisfecho, yo apenas estaba consciente.

Sólo podía tumbarme sobre el estómago, porque sentía un dolor horrible en el trasero. Y sabía que ni siquiera podía imaginarme ir al baño otra vez.

—Voy a hacer esto todos los días hasta hacerte llorar. Y entre nosotros, espero que no lo hagas. —Me dio una palmada en el culo antes de salir.

Cuando finalmente me quedé sola, caminé hacia el cuarto de baño con pasos vacilantes, cada movimiento una agonía que me recorría de pies a cabeza. Iba cubierta de su semen, y me había penetrado tantas veces que estaba sangrando.

Con manos temblorosas, abrí la ducha y dejé que el agua hirviendo comenzara a fluir. El agua caliente cayó sobre mí, abrasándome la piel, pero no me importaba. Necesitaba limpiar mi cuerpo, necesitaba limpiar cada rastro de lo que había sucedido.

Me apoyé en la pared de azulejos fríos y, con esfuerzo, me deslicé hasta quedar acurrucada en un rincón de la ducha, abrazando mis piernas. El agua se tiñó ligeramente de un color rojizo a medida que se mezclaba con la sangre de mis heridas.

Lentamente, el rojo se transformó en un tono rosado. Pero mis lágrimas no cesaban, seguían fluyendo en una corriente constante de desesperación. De repente, escuché el leve chirrido de la puerta del baño al abrirse.

Sentí una oleada de pánico recorriendo mi cuerpo, pensando en que Alex se acercaba. Mi respiración se volvió entrecortada, el terror invadiéndome. Pero cuando miré, me di cuenta de que no era Alex, sino el chico que había estado cuidándome desde el accidente. Entró con paso firme pero cauteloso.

Apenas registré su presencia, aunque la desconfianza brillaba en mis ojos cada vez que lo veía. Se arrodilló junto a la ducha, manteniendo una distancia respetuosa.

—Claire. —Murmuró. Su voz era suave y tranquilizadora. —Déjame ayudarte ¿Sí?.

Levanté la mirada, mis ojos hinchados y llenos de lágrimas, observando al extraño que se preocupaba por mí. Dudé, mi cuerpo temblando tanto por el dolor como por el miedo.

—No te haré daño. —Aseguró él, con una calma que contrastaba con el caos que sentía en mi interior. —Solo quiero ayudarte.

Con una suavidad infinita, extendió una mano, sin forzarme. Después de unos momentos que se sintieron eternos, asentí ligeramente, permitiéndole acercarse.

—El agua está demasiado caliente, solo te estás haciendo daño, he trabajado demasiado en esa espalda para que solo empeores las cosas.

—No estoy limpia.

—¿Quieres que te ayude a limpiarte?. —Dudé por un par de segundos antes de asentir. Estaba agotada, no podía moverme. —Necesito que el agua este más fría. —El movió la llave. —¿Puedes levantarte o quieres quedarse así?.

—Así. —El asintió.

—Déjame ayudarte a limpiarte. —Dijo suavemente, comprendiendo sin necesidad de palabras que me sentía sucia, sentía que quería arrancarme la piel, podía sentir sus manos y su boca, su respiración.

Con una suavidad infinita, tomó una esponja y comenzó a frotar mi piel, eliminando con cuidado cada rastro de suciedad. Sus manos trabajaban con la misma delicadeza con la que se manejaría un objeto frágil y valioso. No había lujuria en sus movimientos, ninguna mirada lasciva; solo una profunda empatía y el deseo sincero de aliviar mi sufrimiento.

El contacto de la esponja y sus manos era calmante, una conexión humana que me hizo sentir menos sola en mi dolor. Mientras me limpiaba, murmuraba palabras de consuelo, asegurándome que estaba a salvo con él, que él estaba allí para ayudarme a sanar.

Me envolvió en una toalla limpia una vez más y me ayudó a vestirme con ropa fresca. Sus ojos nunca se desviaron con deseo, permanecieron fijos en la tarea de cuidarme con el máximo respeto. Cada gesto, cada palabra, estaba impregnado de una compasión que comenzó a deshacer lentamente el nudo de angustia en mi pecho.

—Parece que te gusta meterte en problemas ¿No?.

Me niego a contestar, apretando los labios y mirándole con los ojos hinchados. Levanta las cejas cuando ve mi rostro, lo que hace que mis mejillas ardan de rabia. Por un momento, parece furioso, aunque no puedo decir con quién.

En silencio, me envuelve en una toalla cálida y me guía de vuelta al cuarto. Mis pasos son lentos y torpes, pero él se mantiene a mi lado, ofreciendo un apoyo constante. Entramos en la habitación y, con una gentileza que casi me desarma, me ayuda a recostarme boca abajo en la cama.

—¿Cómo te llamas?.

—¿Es lo que más te importa?. —Cerré mis ojos y suspiré.

—Nero. —Susurró. —Estás manchando de sangre todo.

—¿El aún está en casa?. —Le pregunté. El solo se limitó a negar con su cabeza. —¿Puedes ayudarme a escapar?.

Su respuesta es colocar una compresa empapada en alcohol sobre mis puntos rotos. El ardor es sorprendente, y siseo entre dientes, con maldiciones en la punta de la lengua.

—Alex debió darte más tiempo antes de comenzar a follarte. Tus heridas están infectadas. —Solté un par de lágrimas. —Pensé que eras más inteligente. Le gusta que las chicas den pelea cuando las está follando.

—No me resistí.

—No físicamente.

Cada vez que toca una herida, mis manos no pueden evitar temblar de dolor. Los músculos de mi espalda se tensan instintivamente, tratando de escapar del contacto, aunque sepa que es necesario. Con cada aplicación de antiséptico, siento una punzada que envía ondas de dolor a través de mi cuerpo, y mis dedos se clavan en la sábana en un intento de soportarlo.

—Lo siento. —Dice en voz baja. —Sé que duele, pero tengo que hacerlo para que sane. —Se quedó callado por un par de segundos. —Él quiere romperte Claire. Quiere destruirte.

—Ya lo hizo.

—Tienes que ser fuerte. Se que te están buscando, solo debes resistir un poco más hasta que ellos lleguen.

Resistir.

No sabía si podía resistir mucho más tiempo. Mi cuerpo estaba agotado, cada musculo, cada fibra gritaba por un descanso, mientras mi mente me estaba traicionando. 

Saving Baby [+18] | JUSTIN BIEBERWhere stories live. Discover now