justin's pov
Me encontraba en la sala, sentado en el sofá, fumando un poco de hierba. Mientras dejaba que el humo se disipara lentamente en el aire Chiara se apareció en la puerta, frunciendo el ceño al verme fumar.
—Justin, ya te dije que no puedes fumar hierba adentro —me reprendió, con su característico tono firme pero amoroso.
Asentí con resignación, apagando el cigarrillo y prometiendo a mí mismo que lo terminaría más tarde en el jardín. Justo en ese momento, escuché pasos apresurados que venían desde arriba. Levanté la vista y vi a mi hermano, Christian, entrar en la cocina con una expresión de desesperación en el rostro.
Intrigado, me levanté del sofá y lo seguí, preguntándome qué podría estar pasando para que Christian estuviera tan agitado. Cuando llegué a la cocina, lo encontré buscando frenéticamente algo entre los estantes y la despensa.
—¿Qué estás buscando? —pregunté, sin entender del todo lo que estaba sucediendo. Christian se giró hacia mí, con una expresión de frustración evidente en su rostro.
—¡Pepinillos! —exclamó, con desesperación en su voz. —Necesito encontrar pepinillos, pero no los encuentro por ningún lado.
Lo miré con incredulidad, sin poder evitar soltar una risa divertida. ¿Pepinillos? ¿En serio estaba tan alterado por eso?
—¿Pepinillos? —repetí, todavía sorprendido por la extraña situación.
Christian asintió con vehemencia, continuando su búsqueda con renovado ímpetu. Observé sus movimientos con una mezcla de diversión y preocupación. ¿Qué estaría pasando por su mente para que algo tan simple como unos pepinillos lo pusiera en ese estado de frenesí?
Por un momento, me sentí tentado a ayudarlo en su búsqueda, pero luego decidí que era mejor dejarlo solo con su misión.
—¿En dónde están los putos pepinillos?. —Fruncí el ceño. —¿Te comiste los pepinillos?.
—No.
—Mierda, quiero los pepinillos. —Solté una risa. —¿De qué te ríes cabrón? Creo que me voy a desmayar si no como pepinillos, me duelen hasta las pelotas.
—¿Alessa tiene antojos de pepinillos?. —Arrugó su nariz y luego negó.
—No.
—Cuando Claire estaba embarazada, a veces sentía antojos de cosas raras que ella quería comer. —comenté, recordando los extraños antojos que había experimentado durante su embarazo.
—No, no es por eso. —insistió Christian, con una mirada determinada.
—Es una mierda rara Christian, pero se siente. —añadí, tratando de ayudar, aunque no entendía del todo qué estaba pasando. —Es como cuando sientes la punzada.
—Alessa no quiere comer pepinillos, así que no sé de qué estás hablando.
Christian finalmente encontró un frasco de pepinillos y lo abrió con alivio, como si hubiera encontrado el tesoro perdido. Observé su expresión de gratitud hacia el cielo con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Gracias, Dios —Miro hacia arriba mientras seguía comiendo. Solo pude sacudir la cabeza ante su comportamiento tan extravagante. —¿Adónde vas?.
—Me iré el fin de semana a la casa en la playa.
—Genial. Iré contigo.
—Quiero estar solo.
—No, no vas a alejarme por ella.
—No sé de qué hablas. —Levanté mis hombros. —Tienes que quedarte con Alessa, tu esposa embarazada.
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