justin's pov
Me senté en el sofá de mi habitación. Había estado sentado allí tanto tiempo que la oscuridad se había deslizado por las ventanas y había hecho sombra a mi habitación. No me había levantado para encender las luces. Ni siquiera había tomado un trago.
El whisky no ayudaría.
Tenía el teléfono en la mano, esperando información de mis hombres. Estaban siguiendo todas las pistas posibles, torturando a cualquier hombre que pudiera saber dónde podría estar Alex. Cada llamada que recibí no llevaba a ninguna parte.
No teníamos ni idea de dónde estaba.
Habían pasado tres días desde que desapareció, tres días en los que había sido sometida a la crueldad. No podía dormir, no podía comer. Estaba tan mal del estómago que vomité un par de veces. Todo lo que podía pensar era en lo que le estaba haciendo.
Se suponía que tenía que mantenerla a salvo, pero todo esto estaba pasando por mi culpa. Cerré los ojos y me froté la sien, sintiendo dolor físico por todas partes. Me dolían los músculos por correr, me golpeaba la cabeza porque no había comido y mi cuello estaba apretado porque mi cara estaba constantemente inclinada hacia el suelo.
Pero mi dolor no se podía comparar con el de ella.
La puerta de mi habitación se abrió y no me molesté en mirar quién era. Probablemente era Luca, que estaba allí para dar malas noticias.
—Justin. Encontramos una señal. —Luca me miró. Me levanté de un salto de inmediato.
—¿En dónde?. —Massimo se sentó frente a mí. —No, no quiero que intenten calmarme, quiero saber en donde la tiene ese hijo de puta.
—Justin, tienes que sentarte.
—No. ¿Dónde?.
—La última señal emitida fue desde una de las fincas de Don Vittorio, creemos que estuvo escondiéndose ahí todo este tiempo, manejo el dinero que le dejo a Bob.
—Quiero la dirección.
—Envié a un equipo ayer en la noche. —Salvatore me miro, su expresión grave y llena de preocupación. —Nuestros hombres estaban dispuestos a sacarla de ahí, pero el lugar fue incendiado...
Sentí un frío helado recorrerme la espalda al escuchar sus palabras. Cada segundo que pasaba sin saber de ella era un tormento.
—Quiero la dirección. —dije con mi voz firme, aunque el miedo me carcomía por dentro.
—Hay dos cuerpos. —continuó Salvatore, intentando medir mis reacciones. Un nudo se formó en mi estómago, pero no podía permitirme flaquear. No ahora.
—Llévame. —ordené, mis ojos fijos en los suyos, mostrando mi determinación.
—No creo que sea necesario que veas algo como eso. —replicó, su tono cauteloso. —No sabes lo que podrías encontrar.
—Me llevas tu o descubro cual de todas las fincas es.
La idea de lo que podría haberle sucedido a ella me llenaba de un horror indescriptible, pero necesitaba saber. Necesitaba estar allí.
—Me llevas tú o descubro cuál de todas las fincas es —le advertí, mi paciencia agotándose.
Sabía que había límites en cuanto a cuánto podía soportar antes de tomar medidas drásticas. Salvatore suspiró, sabiendo que no cedería.
—Luca, tú lo llevaras.
—Iré con ustedes. —Christian me miró. —Tengo que ir contigo.
—Tu ni lo pienses, no puedes usar esa pierna.