claire's pov
—¿Qué tan mal esta?.
Estoy recostada boca abajo, con la espalda desnuda, sintiendo cómo arde con cada respiración. Cierro los ojos, tratando de calmarme, pero el dolor es insoportable.
Sabía que era de noche porque podía ver la oscuridad a través de las ventanas. No tenía ni idea de la hora que era porque no había un reloj en la habitación. Tal vez había pasado un día entero, o tal vez sólo unas pocas horas.
—¿Qué tan mal crees que está?.
Fuertes pisadas sonaron fuera de la puerta, y parecía que las voces se dirigían a la habitación. Mi cuerpo se tensó automáticamente, cediendo al miedo de lo que pasaría después.
La puerta se abrió y ambos entraron. Sus miradas se dirigieron a mí en la cama, y Alex me miró con ojos inexpresivos. Sus manos se deslizaron en sus bolsillos, y me miró fijamente durante unos momentos, sin pestañear. Antes de darme cuenta, el otro chico está a mi lado. Su presencia es un alivio, aunque todavía me duele todo.
—Va a necesitar muchas puntadas. —Sentí sus manos frías recorrer mi espalda. —Ni siquiera la desinfectaste, aún tiene trozos de cristal, esto es un desastre, va a dejarle una gran cicatriz.
—Si no hubieras golpeado el auto tan jodidamente fuerte, nada de esto estaría pasando, pedazo de mierda.
—Si no hubieras estado tan jodidamente drogado y gritado en mi oído, entonces podrías haber sido el puto conductor como se suponía.
—¿Cuánto tiempo tardara en curarse?.
Estaba rígida en la cama, mi corazón latía rápidamente porque estaba listo para otra pelea. Podía sentir el pulso en mis oídos, sentía una sensación de peligro en la punta de mis dedos. Mis ojos estaban tan enfocados en los de Alex como los suyos en los míos.
—Seis semanas mínimo.
—Mantenla sedada hasta entonces y nadie saldrá herido.
Alex salió de la habitación. Él chico tomo un pequeño frasco de la mesita de noche y una jeringuilla.
—No, por favor.
—Tengo que darte puntadas, serán muchas y será muy doloroso.
—No quiero volver a dormir. —Susurré.
—Es tu decisión. —Comenzó a limpiar las heridas de mi espalda. Aprete mi puño y solté un quejido. —Te dije que era mejor dormirte.
—No volverás a dormirme, hijo de puta. —El soltó una carcajada. —No pienso dejar que ninguno de ustedes se acerque mientras estoy inconsciente.
—Tu boca te va a meter en situaciones peores que esta. —Me informa. —¿Qué hace falta para que aprendas la lección?.
—No creo que pueda haber una situación peor que esta.
Una carcajada estruendosa sale de su garganta. Vuelvo la cabeza hacia él, enfurecida, mientras sus hombros se agitan con alegría.
—Te estás riendo de mí. —Digo con incredulidad.
—Creo que seremos buenos amigos. —Sonrió.
—No te entiendo.
—Hablas sin pensar, y eso es lo que tienes que aprender a controlar —interrumpe, su sonrisa se atenúa, pero sus ojos siguen encendidos de diversión. —Por muy sexy que sea tu fuego, princesa, eso es lo último que quieres en este lugar.
Enrosco el labio con disgusto y vuelvo a golpear la cabeza en la cama mientras él sigue limpiando mi espalda.
—No me llames sexy —digo bruscamente, solo porque tiene razón y no tengo nada mejor que decir.
—¿Por qué? ¿Le vas a decir a Alex como te trato?.
—No, le diré a Justin. —Susurré. —Eso es mucho peor.
—¿Ah sí? No he tenido la oportunidad de conocerlo.
—Va a matarte de todas formas, así que supongo que no importa.
Se queda callado, y justo cuando estoy convencida de que no va a decir nada en absoluto, le oigo susurrar en voz baja.
—Lo sé.
El dolor aumentaba con cada puntada que atravesaba mi piel, pero me negaba a que volvieran a dormirme. No sabía de lo que eran capaces de hacerme si perdía la consciencia. Sentía cómo la aguja penetraba en mi espalda, una y otra vez, mientras mi cuerpo temblaba por el dolor y la adrenalina.
Horas parecían haber pasado cuando finalmente él terminó de suturar y curar mis heridas. La agonía persistía, pero ahora se mezclaba con el alivio de saber que había terminado.
Apenas podía mantenerme erguida cuando Alex entró en la habitación. Al verlo, una oleada de terror me recorrió el cuerpo. Comencé a llorar, no podía evitarlo. Se acercó a mí con una expresión que pretendía ser reconfortante, pero que solo lograba aumentar mi repulsión. Se recostó junto a mí en el estrecho catre, sus brazos rodeándome con una posesividad que me hacía sentir atrapada.
—Alex, por favor. —Dije en un hilo de voz. Intenté retroceder, pero mi espalda herida protestó con un dolor agudo.
—Intentaste matarme. —Susurró en mi oído. —Estabas a punto de dispararme en la cabeza. —Acaricio mi cabello. —Si la policía no se hubiera aparecido, me hubieras matado.
Sentía su respiración en mi cuello, su obsesión enfermiza impregnando el aire. Mis lágrimas no cesaban de caer, empapando la almohada mientras mi cuerpo temblaba, ahora no solo por el dolor, sino también por el miedo y la desesperación de estar atrapada con él.
—No entiendo por qué sigues vivo.
—Cuando estabas a punto de dispararme en la puta cabeza, llegó la policía. —Sonrió. —Te fuiste justo a tiempo por que llegaron mis amigos policías que te hubieran volado la cabeza de un tiro. Ellos me llevaron a un hospital, podría haberme desangrado sabes. —Me apuntó. —Pero el destino quería que nos volviéramos a juntar, olvidaremos todo lo que paso y comenzaremos desde cero.
—Si tuviera una oportunidad de matarte, lo intentaría de nuevo.
—Esto es lo que más extrañaba de ti. —Me miró sonriendo, sus ojos brillando con una mezcla de burla y algo más oscuro. —Esa puta terquedad.
Sentí un nudo en la garganta al escucharlo. Sabía que mi resistencia solo lo irritaba más, pero no podía permitirme ceder. No a él. No después de todo lo que había hecho. La habitación estaba envuelta en una penumbra que parecía reflejar mi propia desesperación. Cada rincón era un recordatorio de mi cautiverio.
—No entiendo por qué insistes en hacer las cosas difíciles. —Alex continuó, su tono casi paternalista. Se inclinó hacia mí, sus dedos rozando mi mejilla de manera posesiva. —Podríamos tenerlo todo, si tan solo dejaras de luchar.
Mi piel se erizó al contacto, el asco mezclándose con la impotencia. Quería gritarle, decirle que nunca me sometería, pero sabía que eso solo lo alentaría. En cambio, aparté la mirada, enfocándome en un punto fijo de la pared, intentando evadir su control.
—Tienes que entender que todo esto es por tu bien, —prosiguió, su voz baja y suave. —Si tan solo te dieras cuenta de lo mucho que significas para mí... —Dio un beso en mi mejilla. —Cuando te recuperes, te voy a dar por el culo tan fuerte que no te vas a poder sentar en una semana. Considéralo un regalo de bienvenida.
Intenté controlar mi respiración, pero cada vez era más difícil. Mi garganta comenzó a picarme; mis ojos comenzaron a lagrimear. No podía mantener mi fuerte resistencia, no cuando me sentía tan indefensa y sola. Llorar y rogar no me salvaría, pero sentí la necesidad impulsiva de derrumbarme.