justin's pov
Después de hablar con las enfermeras y obtener algunas actualizaciones sobre el estado de Claire, me dirijo hacia la unidad de neonatología. Mis pasos son pesados y lentos, mi corazón latiendo con una mezcla de esperanza y temor mientras me acerco a la sala donde está nuestro bebé.
Al entrar en la habitación, una oleada de emociones me abruma al ver a mi hermano Christian de pie junto a una incubadora. Su expresión es seria, sus ojos fijos en el pequeño ser que lucha por sobrevivir en su interior. Me acerco lentamente, sintiendo un nudo en la garganta mientras observo al bebé en la incubadora.
—¿Cómo está? —preguntó en voz baja, mi voz temblando ligeramente por la ansiedad.
Christian levanta la mirada hacia mí, sus ojos reflejando la misma preocupación que siento en mi interior. Asiente con solemnidad, sin decir una palabra, y me acerco más para ver al bebé con mis propios ojos.
Mi corazón se encoge al ver al bebé en esa horrible cuna, pero al mismo tiempo, siento una oleada de determinación ardiendo en mi pecho. Este es mi hijo, nuestro hijo, y haré todo lo que esté a mi alcance para protegerlo y asegurarme de que tenga la mejor atención posible.
—¿Hay noticias?. —Negué.
—Se la llevaron a un pabellón y no han dicho nada. —Mire hacia la pequeña cunita. El bebé sostenía el dedo de Christian, que se veía enorme en su manito. —Te juro que no lo he soltado y él tampoco lo ha hecho. Las enfermeras querían que limpiara mis manos, pero no lo hice.
—¿Qué te dijeron?.
—Creen que es prematuro, apenas pesa dos kilos y medio. Quieren dejarlo aquí un par de horas por que estaba demasiado frio, no tiene nada malo en sus pulmones.
—El no respiraba. —murmuro, recordando el momento de pánico cuando el bebé no daba señales de vida. Christian coloca una mano reconfortante en mi hombro.
—Lo hiciste bien. Está a salvo. —añade, tratando de consolarme. Asiento con un gesto débil, pero las lágrimas amenazan con emerger.
—Están vivos. —susurré, apenas capaz de contener la emoción que amenaza con desbordarse.
Entonces, las emociones abrumadoras que he estado conteniendo finalmente me alcanzan. Me quiebro, las lágrimas brotan de mis ojos y mi pecho se sacude con sollozos silenciosos. Christian me rodea con sus brazos, ofreciéndome su apoyo y consuelo en este momento de vulnerabilidad.
—Te tengo hermano, te tengo...puedes llorar, te tengo.
Sus palabras son un bálsamo para mi alma herida. Dejo que las lágrimas fluyan libremente, liberando toda la tensión y el miedo acumulado.
—Está bien. —El dio palmadas en mi espalda. —¿Quieres que vaya a preguntar por ella?.
—Es que no se....
—Tu quédate con él, disfruta el momento. —Asentí. —Volveré en unos minutos y te diré como esta.
Me acerqué a la pequeña cuna y contemplé al bebé que descansaba en su interior. Sus manos se movían suavemente mientras se estiraba, como si estuviera explorando el mundo que lo rodeaba incluso en su sueño.
Con delicadeza, acaricié su manito con mi enorme dedo, sintiendo la suavidad de su piel contra la mía. En respuesta, el bebé apretó suavemente mi dedo con su mano diminuta, como si reconociera mi contacto y respondiera con un gesto de conexión y afecto.
Una sonrisa se curvó en mis labios al experimentar ese momento de intimidad y ternura con mi hijo. En ese gesto simple, había un lazo invisible que nos unía, un vínculo de amor y cuidado que trascendía las palabras.
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