t h i r t y

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claire's pov

—Solo mira esa polla —Justin dice con orgullo, señalando el pene de mi hijo recién nacido. —Se parece a mí.

—Hermano, ¿si sabes que no mide ni una pulgada de largo?. —Christian carcajeo.

—Por supuesto, pero va a crecer. —Murmuro. —Es un buen comienzo, para un bebé.

—Podría jurar que te pedí que le cambiaras el pañal, no que lo dejaras desnudo y que presumieras su pene. —Me crucé de brazos.

—Es bueno para él sentir el aire fresco en su trasero. —Al minuto siguiente, el bebé dispara como un sistema de riego, rociando a Justin y a Christian.

—Mierda. Él cabroncito tiene buena puntería. —Christian sonrió mientras miraba una raya húmeda en su pecho. Solté una carcajada. —No te rías, Claire. No es divertido

—Hazte a un lado. —Le di un suave empujón con mi cadera. —No estará todo el día sin pañal.

—Solo mira eso amor, es una mini polla, pero es enorme. De seguro es sobre el tamaño promedio de pollas de bebés.

—Cállate. —Lo apunte. Me abrazo por los hombros y dio besos en mi mejilla.

—¿De verdad quieres irte a casa?. —Christian intentaba limpiar su camiseta. —No me molestaría esposarte a la camilla para que te quedes un día más.

—No más esposas por favor. —Justin le dio un golpe suave en la cabeza.

—Lo siento, no pensé en eso.

—No pasa nada. —murmuro mientras ajusto el pañal del bebé con cuidado. Termine de vestirlo, asegurándome de que esté cómodo y abrigado. Le sonreí, sintiendo una ola de amor y orgullo al verlo listo para irse a casa —Eso es, estamos listos para irnos.

Justin se inclina y me da un beso en la sien, un gesto que me llena de calidez y seguridad. Nos preparamos para salir del hospital. Me acomodo en la silla de ruedas con el bebé en mis brazos, acunándolo con suavidad mientras miro a mi alrededor.

Christian lleva un ramo de flores que me regaló, su expresión es radiante y llena de alegría por nuestra nueva vida juntos. Justin se mantiene a mi lado, sin soltar mi mano ni un momento, su presencia fuerte y constante me brinda una sensación de paz.

Mientras nos dirigimos hacia la salida, el personal del hospital nos despide con sonrisas y buenos deseos. Cada paso que damos se siente como un avance hacia una nueva vida, llena de esperanza y amor.

Nos subimos al auto, Justin me ayuda a acomodarme en el asiento con el bebé aún en mis brazos. Me aseguro de que esté seguro y cómodo antes de permitir que el cinturón de seguridad nos proteja a ambos. Christian se sienta en el asiento delantero, todavía sosteniendo el ramo de flores, su mirada llena de orgullo y satisfacción.

Mientras el auto se pone en marcha, miro por la ventana, saboreando la sensación de libertad después de ocho largos meses. El paisaje pasa rápidamente, pero cada detalle se graba en mi memoria. La luz del sol, los árboles moviéndose con el viento, la gente caminando por las aceras; todo se siente nuevo y maravilloso.

Justin me mira con una sonrisa en el rostro, por el espejo retrovisor cada cierto tiempo. El auto se detiene suavemente frente a nuestra casa, y una oleada de nostalgia me inunda al reconocer cada detalle del lugar que una vez fue mi refugio. La fachada familiar, el jardín bien cuidado y la puerta de entrada que tantas veces he cruzado.

Justin apaga el motor y se gira hacia mí, su mirada llena de amor y comprensión.

—¿Listos para entrar? —pregunta Justin con una sonrisa cálida, apretando suavemente mi mano.

—Sí —respondo, aunque mi voz tiembla un poco por la emoción.

Justin sale del auto y me ayuda a levantarme, sosteniendo con cuidado al bebé en mis brazos. La puerta de entrada se abre, revelando el interior acogedor de nuestra casa. Cada rincón, cada mueble, trae recuerdos vívidos de tiempos más simples y felices.

Al cruzar el umbral, siento una mezcla de alivio y añoranza. Todo está tal como lo recordaba, pero ahora hay una nueva energía, una promesa de nuevos comienzos. Me detengo en la sala de estar, mirando a mi alrededor mientras acaricio la cabecita de nuestro bebé.

—Bienvenidos a casa —susurra Justin, envolviéndonos en un abrazo.

Me recuesto contra su pecho, dejando que las lágrimas de alivio y felicidad corran libremente. Los últimos ocho meses han sido una prueba dura, pero ahora estamos aquí, juntos, en el lugar donde pertenecemos.

—Estamos en casa —murmuro, saboreando cada palabra.

—Alessa aún no sabe que estas aquí, lo ocultaremos mientras se pueda. —Justin susurró. Mire alrededor de toda la casa, aunque había estado poco tiempo aquí, se sentía como mi hogar. —¿Quieres ayuda para subir?.

—Puedo hacerlo.

—¿Te sientes bien?. —Asentí. —¿Segura? Aun podemos volver al hospital si te sientes mareada o débil.

—Estoy en casa. —Él sonrió y asintió. Se acerco a mí y beso mi mejilla.

—Tenemos que subir antes de que nos encuentren, arruinaremos la sorpresa. —Tomo mi mano.

—Está bien. — Con el bebé todavía en mis brazos, comienzo a subir las escaleras lentamente, sintiendo cada peldaño como un paso más hacia la seguridad y la tranquilidad. —Tenemos que pensar en un nombre Justin, no podemos decirle bebé el resto de su vida, además no es como que me guste mucho esa palabra.

—Lo sé. Pero no es fácil nombrar a una personita.

—No, por supuesto que no.

El pasillo se extiende ante mí, familiar y acogedor, y finalmente llego a la puerta de nuestro cuarto. Al entrar, me invade una sensación de alivio y seguridad. Este es nuestro refugio, el lugar donde he pasado tantos momentos felices con Justin.

Miro alrededor y veo el armario con las puertas abiertas. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver que mi ropa aún está colgada allí, intacta, como si el tiempo se hubiera detenido en mi ausencia. Siento una oleada de amor y gratitud hacia Justin, sabiendo que nunca me olvidó, que siempre esperó mi regreso.

Me acerco al armario y paso mis dedos por la ropa, sintiendo la tela suave bajo mis dedos. Cada prenda es un recuerdo, un pedazo de mi vida que ha estado esperando mi regreso. Me siento al fin segura, sabiendo que todo lo que he pasado ha valido la pena por este momento de paz y reencuentro.

Justin entra al cuarto detrás de mí, acercándose con una sonrisa cálida. Rodea mis hombros con su brazo y juntos miramos el cuarto que compartimos, el santuario que ahora será testigo de una nueva etapa en nuestras vidas.

—Nunca te olvidé —murmura, como si leyera mis pensamientos.

—Lo sé —respondo, girándome para besarlo suavemente en los labios.

—Estamos en casa, mi pequeño —susurro al bebé, acariciando suavemente su mejilla.

Saving Baby [+18] | JUSTIN BIEBERWhere stories live. Discover now