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Al día siguiente, Oscar caminaba junto a Sam, ambos conversando animadamente sobre los planes finales para el torneo de waterpolo.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados, mientras la brisa fresca de la tarde les acariciaba el rostro. Sam, siempre atento, notó un cambio en la expresión de Oscar cuando vieron a un hombre esperándolos cerca de la salida del centro deportivo.

Oscar se detuvo en seco, su corazón saltando en su pecho al reconocer la figura imponente de su padre. Sam siguió su mirada y lo entendió al instante.

— ¿Es él...? — preguntó Sam, su tono lleno de preocupación.

Oscar asintió levemente, su mandíbula tensa mientras sentía la ola de emociones que lo golpeaba con fuerza. Hacía más de una década que no veía a su padre, desde que lo había echado de casa en medio de insultos y desprecio.

El hombre se acercó, su rostro una mezcla de cansancio y algo parecido a la preocupación, aunque Oscar no se dejó engañar. La herida seguía ahí, profunda y dolorosa.

— Oscar... — comenzó su padre, la voz grave, intentando sonar autoritaria pero con un tono que oscilaba entre la súplica y la urgencia — Necesito hablar contigo, es algo importante...

Oscar levantó la mano, interrumpiéndolo antes de que pudiera decir más. Mantuvo la cabeza en alto, intentando mantener la compostura aunque sus ojos traicionaban la tormenta de emociones que sentía.

— Vete Roger — dijo Oscar, su voz firme, aunque con un ligero temblor que solo Sam notó — No tengo nada que hablar contigo.

Su padre frunció el ceño, dando un paso más cerca, su tono volviéndose más insistente.

— Oscar, esto es urgente. Necesitas escucharme, por favor...

— No — repitió Oscar, dando un paso atrás, su mano temblando ligeramente — No tiene sentido que me busques ahora. Hace 11 años, tú mismo me dijiste que para ti ya estaba muerto.

Las palabras golpearon a su padre con la fuerza de un martillazo. Se quedó en silencio, como si buscara algo que decir para justificar sus acciones pasadas, pero Oscar no le dio la oportunidad.

— Tú dijiste que no tenías un hijo, porque ningún hijo tuyo sería homosexual — continuó Oscar, su voz quebrándose finalmente, y las lágrimas acumulándose en sus ojos — ¿Qué cambió ahora? Para mí, nada... Así que por favor... vete.

El silencio que siguió fue pesado, doloroso. Sam se mantuvo cerca, sin decir nada, pero su presencia era un apoyo silencioso que Oscar agradeció profundamente.

El padre de Oscar abrió la boca para decir algo, pero al ver las lágrimas que comenzaban a caer por las mejillas de su hijo, cerró los ojos con frustración y resignación. Finalmente, sin decir una palabra más, dio media vuelta y se alejó, su figura desvaneciéndose en la distancia.

Oscar se quedó allí, mirando cómo su padre se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y dolor. Sabía que había hecho lo correcto, que no podía permitir que ese hombre volviera a su vida después de todo lo que le había hecho. Pero eso no hacía que el dolor fuera menos real.

Sam se acercó y, sin decir nada, lo envolvió en un abrazo. Oscar se dejó llevar, aferrándose a Sam mientras las lágrimas fluían libremente.

— Estás conmigo, Os... No estás solo —susurró Sam, su voz era suave y reconfortante.

Oscar asintió, cerrando los ojos y respirando profundamente, tratando de calmarse. Sabía que, con Sam a su lado y con la vida que había construido lejos de su pasado, tenía la fuerza para seguir adelante, sin importar lo que sucediera.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO II (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora