Capítulo 28

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"El odio y el amor son hermanos

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"El odio y el amor son hermanos."

Cuándo la guerra comenzó, los aeropuertos fueron cerrados sin previo aviso. Las personas no podían salir, tampoco podían entrar, esa fue la medida de prevención qué usaron para evitar que enemigos se filtraran.

Entro al aeropuerto con Viktorov a mi lado, viendo sorprendida como todo parecía estar intacto. No hay rastros de deterioro, ni podrías imaginar que este lugar estaba completamente abandonado. Las pantallas donde debían anunciarse los vuelos y sus horarios están encendidas, mostrando diferentes imágenes del exterior del aeropuerto, monitoreando cada ángulo del sector exterior.

—Bienvenida a nuestra base, Zolotse. —murmura en mi oído, rodeando mi cintura cuando su cuerpo se pega a mi espalda.

Me remuevo entre sus brazos, escapando de su agarre y me volteo a verlo de cara, arqueando una ceja al observarlo mantener su sonrisa en sus apetecibles labios.

—Tenemos que hablar.

—Ah, la tan famosa frase de las mujeres —dice pasando a mi lado, metiendo sus manos en sus bolsillos mientras sigue caminando, obligándome a seguirlo—. Antes que nada, voy a dejar en claro que no pienso divorciarme de ti, Zolotse.

Ni yo de él. Él se amarró sólito a mi, ahora que sufra de sus consecuencias por sus actos egoístas.

Conforme vamos adentrándonos por los pasillos de la base, me voy dando cuenta de que hay muchísimos más soldados de los que esperaba encontrar. Sabía que Viktorov tenía su fama, muchos lo respetaban, pero no creí que llegaría al punto de seguirlo en su acto de rebelión contra nuestro propio gobierno. Los soldados lo miran con gran admiración, deteniéndose para saludar cuando él pasa frente a ellos, dejando muy en claro que es el superior acá.

Debo admitir que es muy... ardiente.

Muevo mi cabeza de lado a lado rápidamente, queriendo sacar ese pensamiento de mi cabeza porque no es el momento de ponerme caliente.

Me abre la puerta de forma caballerosa, haciéndose a un lado para dejarme pasar.

Al entrar en lo que parece ser su oficina, no puedo evitar echar unas miradas de curiosidad a los apuntes que hay en su escritorio, así como los que están pegados sobre un pizarrón con algunas anotaciones en plumón rojo. Fechas, horas, nombres, todo está escrito en su caligrafía, aunque lo más destacable son las fotografías de los hombres, algunos con una "X" tachando sus rostros.

Las personas que ha asesinado...

—¿Y bien? —pregunta rompiendo el silencio, dejándose caer en la silla tras el escritorio de metal— ¿Qué te hizo volver, Farah? ¿O debería llamarte Farideh?

El que haya dicho mi verdadero nombre con tanta tranquilidad me provoca incomodidad. Han pasado demasiados años desde que dejé mi verdadera identidad, para mi el mencionarlo es como querer invocar a un muerto.

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