Capítulo 18: Sentimientos entrelazados.

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Katerina se perdió en el bosque a toda velocidad, sin importarle las heridas en sus pies que se iban curando velozmente, o el frío nocturno que le hacía tener los pezones de punta. Correr tan rápido le llenaba de adrenalina, y más sabiendo lo que le esperaba y de qué forma, cosa que no hacía más que excitarla.

El calor en su estómago acentuaba con cada pensamiento que tenía sobre Raúl, imaginándose que podría estar en cualquier parte, en cualquier momento, con sus ojos puestos en ella. Su corazón iba muy deprisa, sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios más carnosos y rojizos de mordérselos tanto, pero pese a todo, no podía negar que una sonrisa le inundara el rostro.

Como era de esperar, Raúl la seguía de cerca. Dejaba que escuchara pequeños gruñidos que la seguían entre la oscuridad de los árboles. Le daba ventaja y dejaba que sintiera la adrenalina y el peligro de estar huyendo de él.

Nadie en el bosque, ya fuera un ser malévolo sacado de las sombras más tenebrosas, se atrevía a acercarse a ella sabiendo que Raúl era quién la estaba cazando. Kate empezó a escuchar los pasos del hombre que la perseguía cada vez más cerca, más rápidos. Sus botas retumbaban en el ambiente y rompían todo a su paso, tanto como quería romperle a ella el juicio.

Cuando giró en uno de los árboles, su cuerpo chocó con él, estaba ahí, sabiendo sus próximos movimientos antes siquiera de que los hiciera. Sin embargo, no vio a Raúl como tal. Tenía el rostro cubierto por una máscara negra que dibujaba una sonrisa escalofriante, una calavera con dos colmillos parecidos al cráneo de un león.

En la oscuridad de su rostro, sus dos ojos negros brillaban como los de un felino iluminado por los faros de un coche, pero en su lugar, reflejaban la luz de la luna que se filtraba suave entre la copa de los árboles.

La sujetó del mentón, bajó con los dedos al cuello y le apretó. Golpeó su espalda contra el árbol cercano. Katerina se sobresaltó y se quedó sin respiración unos instantes, negándose a perder el contacto visual con él.

—Bonita máscara —comentó con una sonrisa retadora—. ¿Me vas a follar la boca sin dejarme verte la carita de enloquecido?

Raúl no hablaba, no emitía ni un sonido. Estaba metido en su papel por completo. Apretó más fuerte la mano en su cuello y la dejó sin aire. Con la otra mano, cubrió su boca y nariz. Apretó de igual forma para que no tuviera ni una oportunidad de recoger oxígeno. Con la rodilla, le abrió las piernas y le rozó la intimidad hasta abrir con el pantalón sus labios y empaparse la ropa con los fluidos de Kate.

Ella sintió el placer más intenso, mezclado con la desesperación por faltarle el aire, que a cada segundo que pasaba, era peor. Abrió mucho los ojos mirándolo, notaba como la sangre le subía a la cabeza y comenzó a arañarle el brazo para que soltara un poco de presión. Raúl lo notó y aflojó. Sabía lo que estaba haciendo, lo tenía controlado y aunque no lo pareciera, estaba fijándose en cada una de las sensaciones de Kate. Se aseguraba de su bienestar, aunque intentara parecer un verdadero abusador.

Le dio la vuelta y apretó su cabeza contra el árbol. Con azotes en los muslos separó sus piernas y empezó a danzar con los dedos por el medio de sus labios vaginales. Tocó sus fluidos y jugó con ellos sin llegar a masturbarla. Estaba jugando sucio, a encenderla, enloquecerla. Le apretó las manos contra la madera y se acercó, rozando el miembro encerrado en su pantalón contra su trasero. A pesar del impedimento de la ropa, su falo era de tal dimensión, que pudo sentirlo clavarse entre sus nalgas.

De forma inconsciente, Katerina movió más hacia atrás su culo, restregándoselo por sus pantalones, masturbando por encima de la ropa, incapaz de controlarse. Cada vez que una ráfaga de viento le traía su aroma, se perdía por completo y se dejaba a su voluntad, cosa que le costaba demasiado.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora