—Deja la botella —ordenó Raúl a la camarera del bar en el que se encontraba. Sintió una punzada en el pecho cuando Alexa salvó al cazador. Claro que lo había sentido, su misión era que muriera. Sin embargo, el ardor en su estómago creció cuando alguien más que no esperaba, se sentó a su lado.
—¿Tanto lo querías? —preguntó Eiden. Raúl no respondió. La camarera se acercó a ellos y el pelirrojo levantó un dedo—. Una cerveza, my lady.
Ella sonrió.
—Marchando.
—Aquí a las mujeres no se les llama así —habló al fin Raúl.
—Estás borracho.
—Y tú eres un rey patético que en vez de pedir una bebida cara se pide una cerveza.
—Me gusta pasar desapercibido.
—Lo que te gusta es ser un payaso.
Los dos se quedaron en silencio cuando la joven camarera le sirvió a Eiden la cerveza junto a su número de teléfono. Éste le sonrió y se guardó el papel por cortesía.
—Tu esposa estará contenta —comentó Raúl.
—Hace bastante que no la veo, pero, de todos modos, no voy a hablar con esta mujer.
Raúl se encogió de hombros y le dio un trago al Whisky.
—Basta, Zarek. —Eiden le quitó el vaso de las manos y ésta se empinó la botella—. ¡He dicho que pares!
—¡¿Por qué?! —se quejó Raúl—. ¡De todos modos me quieres destruido, pues deja que me destruya como me de la gana!
Se levantó del taburete y al hacerlo, golpeó la espalda de uno de los hombres que había en el bar, derramándole la copa por encima.
—Hostias... —Le miró la camisa—. Te he hecho un favor, es horrorosa.
—Zarek... —susurró Eiden. Le dio un trago a la cerveza y suspiró hondo.
—¡¿Eres imbécil?! —gritó el hombre.
—Pues... —Zarek levantó los dedos e hizo como un poco con ellos—. Pero lo mío se va cuando se vaya el alcohol, lo tuyo es de nacimiento.
Eiden dejó la cerveza sobre la barra y cuando escuchó el primer puñetazo impactando en la cara de su hermano, se levantó. De alguna manera, siempre acababa a golpes por culpa de él, aunque no lo buscara. Esa vez no fue diferente. Los dos se enzarzaron a golpes con medio bar. Hasta que los de seguridad los sacaron y cayeron al suelo del empujón.
—¡Porque quise, porque sino hago que os ruede la cabeza y la desenrosco como una puta bombilla! —gritó Zarek.
—Cállate ya. —Eiden le propinó una cachetada nada más se levantó del suelo—. Siempre igual, voy a tener el labio partido por dos semanas mínimo.
—Ay, cuidado, le han roto la cara al adonis.
Eiden lo miró de reojo y se palpó el labio inferior. Se pasó la lengua para limpiar el corte y negó con la cabeza después.
—No te entiendo —confesó—. Deberías de estar con todos tus esfuerzos puestos en derribarme.
—El que no te entiende soy yo. —Zarek se detuvo y lo observó, retándolo con sus ojos negros—. Matas a todo el mundo que se acerca a mí, me dejas destruido y solo, no me dejas vivir, y cuando estoy mal e intento ahogar mis penas en alcohol, apareces e intentas que no me sabotee. ¿Qué quieres en verdad? ¿Quieres destruirme o no? ¡Decídete de una puta vez!
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Dolwill: El peón.
FantastikDolwill es un pueblo maldito, concebido para esconder seres sobrenaturales. Entre la realidad y un mundo medieval, la vida y la muerte luchan como si se tratara de una partida de ajedrez. Dos hermanos, herederos al trono, enfrentados por los asesina...