Capítulo 28: Cazador cazado.

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Alexa se quedó en el umbral de la puerta, de la habitación donde Jason yacía en la cama. La luz de la luna entraba por la ventana, bañando su cuerpo herido y expuesto en un resplandor pálido, fantasmal. Su pecho subía y bajaba lentamente, y aunque su rostro estaba cubierto de cortes y hematomas, conservaba esa dureza que había visto tantas veces en los cazadores que la perseguían.

Alexa se mordió el labio, indecisa. El hombre que tenía delante no era solo un cazador, era uno que había asesinado a muchas como ella. A su familia. Cazador de brujas, como si eso lo definiera, como si eso fuera lo único que él podía ser. Y aún así, ahí estaba, tendido y vulnerable, con la vida colgando de un hilo, dependiendo de alguien como ella para salvarlo.

—Esto es una mala idea —se dijo a sí misma, pero su bondad fue mayor a la lógica.

Se sentó en la cama y sintió la calidez que emanaba del cuerpo de Jason, el aroma a sangre y sudor que lo rodeaba. Su piel estaba cubierta de cortes y hematomas, la sangre se había secado en líneas oscuras que se extendían por su torso y abdomen. Alexa no pudo evitar que su mirada se deslizara por el contorno de sus músculos, la forma en que su cuerpo parecía esculpido por la batalla, y, por un momento, olvidó que estaba allí para ayudarlo.

Tomó un paño limpio que había traído consigo y lo sumergió en un cuenco de agua tibia que había preparado. Cuando lo colocó sobre la primera herida, Jason dejó escapar un gemido bajo. En su estado de inconsciencia, pudo sentir el roce de sus manos. Alexa se detuvo, observándolo, esperando ver si despertaba, pero sus ojos permanecieron cerrados, y su respiración siguió siendo constante y débil.

—Solo es un hombre, solo un hombre... —se repitió a sí misma, como un mantra, mientras recorría la piel de Jason, limpiando la sangre seca y el barro que cubría su torso.

El contacto entre la tela y su piel era suave, íntimo, y Alexa sintió un escalofrío recorrerle la columna cuando la yema de sus dedos rozó uno de sus pectorales.

Se inclinó un poco más cerca, y el aroma de él la envolvió. La atrajo de una manera que no podía explicar. Siguió limpiándolo, con movimientos lentos, deliberados, y no pudo evitar que su mirada se posara en su rostro, en las líneas de su mandíbula, la barba incipiente que cubría sus mejillas, y la forma en que sus labios se entreabrían cada vez que gemía en su sueño.

—¿Qué haces, Alexa? —murmuró para sí misma—. Pareces una cría con las hormonas a mil. Basta.

Siguió descendiendo por su abdomen, limpiando las heridas que lo marcaban, y sintió cómo su propia respiración se volvía más irregular. Jason era un cazador, alguien que había jurado destruir todo lo que ella representaba, pero en ese momento, parecía tan humano, tan frágil.

Cuando llegó a una de las heridas más profundas, una que atravesaba su costado, Alexa se detuvo. La piel estaba abierta, y la sangre manchaba la carne expuesta. En lugar de apartarse, se inclinó más cerca. El calor de su aliento se mezcló con el de él, y por un instante, su boca quedó a escasos centímetros de la herida. Algo dentro de ella, algo que no pudo controlar, la impulsó a seguir, y sus labios rozaron la piel de Jason. Lo besó.

—¿Qué estás haciendo? —se recriminó en voz baja, sonrojada.

Jason dejó escapar otro gemido, y su cabeza se movió ligeramente hacia un lado. Ella tragó saliva, sus ojos se quedaron fijos en los labios de Jason, y por un momento, por un segundo fugaz, deseó que abriera los ojos, que la viera y que entendiera lo que estaba haciendo por él, por qué se había arriesgado a acercarse tanto.

No lo hizo y Alexa continuó limpiando sus heridas, Alexa respiró hondo, intentó calmar los temblores que recorrían sus manos mientras cogía la aguja y el hilo. El acero brilló y por un instante, dudó. La herida que atravesaba el costado de Jason era profunda, y si no hacía algo rápido, la hemorragia podría acabar con él antes de que tuviera oportunidad de recuperarse.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora