Capítulo 12: Érebos y Gula.

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María revisó los libros que contaban la historia del pueblo. Viejos, polvorientos, con las páginas rotas en algunas secciones. Intentó leer algunas en lenguas antiguas que ella no comprendía, pero los dibujos que mostraban le hacían comprender de un pasado doloroso con un supuesto Dios resentido por el dolor y la perdida de gente querida.

—Campos magnéticos —leyó en voz baja. Pasó la página. El silencio en la biblioteca y la oscuridad que la rodeaba parecían tornarse pesados—. Dimensiones paralelas, portales. ¿Qué es esto? —Pasó más páginas y encontró la clave. Solo si el velo entre la vida y la muerte se rompía se podía acceder a esa dimensión. Pero ella no estaba muerta. Eso pensó. Arrugó la nariz y cerró el libro—. ¿Cómo vine a parar aquí?

Un libro del estante le llamó la atención. Levantó la mirada en la sección de demología. ¿Qué biblioteca tenía una sección expresamente para eso? Se levantó del asiento y un crujido a sus espaldas la distrajo por un segundo. Miró en la escuridad de los inmensos pasillos y negó para sus adentros. Alargó el cuerpo para poder coger el libro y tiró de su solapa. Éste cayó, junto a otro que explicaba las diferentes formas lunares y el efecto en la gente que vivía en Dolwill.

Miró de reojo la página que se había abierto. Luna llena, explicaba sobre un ser del inframundo capaz de transformar la pureza y bondad en la mayor maldad que pudiera existir en el mundo. Todo parecía sacado de un cuento de hadas transformado en una historia de terror.

Dejó a un lado ese libro lunar y sobre la mesa, abrió el libro de demonología, escrito en puño y letra por un tal Jason Whraid, quien se denominaba un cazador de demonios junto a sus familiares.

Entre monstruos que no quisiera ver ni en sus más internas pesadillas, hasta otros que parecían indefensos pero que podían arrebatarte el alma con una sola sonrisa, María buscó el nombre de Érebos. El mismo que estaba marcando su piel con moratones tan pronunciados como las ojeras debajo de sus ojos castaños por culpa de no poder descansar. Se colaba en su piel, en su alma, en su cuerpo y sus propios sueños. No la estaba dejando descansar y lo que en primer momento supuso un placer implacable, ya se estaba tornando doloroso y asfixiante. Al punto en el que, cuando notó que le costaba levantarse de la cama, temió por su vida.

Hasta que lo encontró, en un apartado de la mitología griega.

—Es un Dios primordial —leyó en voz alta—. Personificación de la oscuridad y las sombras. Se dice que sus nieblas densas repletas de una oscuridad insondable rodeaban los bordes del mundo. Llenaban los lugares subterráneos. —Recordó la niebla que ciega en la carretera de ida a Dolwill y la misma que nubla cada árbol en el bosque que ese mismo ser guardaba con recelo—. Posee todas las habilidades de los dioses. Más poderoso al ser un primordial. Inmortalidad. —Pasó página y en un dibujo realista vio su verdadera forma de ser. Se le erizó el vello de todo el cuerpo y exhaló para seguir leyendo—. Habilidad de umbrakinesia, le da autoridad divina, control absoluto sobre la oscuridad y las sombras. Personificación de la noche, hijo de Caos. Simboliza el oscuro corazón del inframundo.

Pasó página y observó catástrofes y el caos que tanto amaba Érebos. Al igual como su forma de consumir la luz.

—¿Por qué lo atribuyen a Gula? —preguntó María. Algo no encajaba. Si era un Dios primordial, ¿cómo era posible que le llamaran Gula?—. ¿Ese no es un pecado capital? —susurró en voz alta. Y buscó a Gula—. Demonio de la Gula, pecado capital. En la teología católica cristiana, forma uno de los siete pecados capitales. La habilidad de Gula le permite robar las habilidades de una persona, consumiendo su alma. El demonio sufre un hambre incontrolable y para aliviar el dolor necesita consumir constantemente las almas de humanos y poseer cuerpos nuevos cuando no aguanten la carga energética.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora