Capítulo 43: El nuevo ángel.

53 8 5
                                    


Miguel gruñía de rabia porque un demonio como Damon se hubiera atrevido a profanar el suelo del cielo. Su hogar. Sin embargo, las miradas retadoras de soberbia eran opacadas por la preocupación de Gabriel. Aunque el arcángel intentaba ser frío como el hielo y no mostrarse roto mientras escuchaba a sus hermanos.

—Esto no es posible, no les tocaba —dijo Rafael—. Esa chica está mal de la cabeza, porque su alma está limpia. Nadie la corrompió.

—Está claro que no hay más que hacer que llevarla al infierno —continuó Miguel.

—¿Y qué pasa con Nox? —preguntó Gabriel. Sin embargo, no fue el único que quiso hablar tras la decisión de Miguel.

—Esperad, ¿cómo que va a ir al infierno? —replicó Damon.

—Tú mejor cállate, que sé perfectamente de quién eres la reencarnación —lo enfrentó Miguel—. No deberías de estar aquí, lo que me hace preguntarme por qué Gabriel se junta con demonios.

—Si sabes quién soy comprenderás porque puedo estar en el cielo, ¿no? —lo retó Damon. Miguel dio un paso hacia él y antes de que la lucha entre ambos empezara como en antaño, Gabriel se puso en medio.

—Me salvó la vida —contestó Gabi. Miró a Miguel en son de que se calmara y el moreno apartó la mano de su espada.

—Muy bien, sé un buen soldado y haz caso, perro —escupió Damon.

—Así no ayudas —se quejó Gabi—. Cierra la boca con los ataques y aboca por salvar a Naminé de la tortura.

Damon resopló, tenía razón. Aunque odiaba a Miguel y todo lo que tuviera que ver con él, asintió y siguió.

—Naminé perdía el control cuando miraba la luna, algo que lo hubierais sabido de ponerle un ángel guardián. Pero, claro, estabais más ocupados tocándoos los cojones.

—Esa chica no tiene ángel porque de primeras debería estar muerta —se le encaró Miguel, una vez más—. Por alguna razón, un demonio pidió compañía y su vida se alargó con su propia alma, ¿te suena?

—¿A ti te suenan mis nudillos en tu cara?

—¡Chicos! —Esta vez, los alejó Rafael—. Parecéis dos gallitos de pelea.

Damon gruñó para sus adentros, apretó las manos en puño y luego continuó.

—Era como una posesión extraña.

—Pero su alma está limpia —continuó Gabriel—. No podemos arriesgarnos, no está corrompida. Y eso es así, lo siento Damon.

—Aunque no esté corrompida, sé por lo que he pasado con ella y la he visto llorar después de su desequilibrio, no es una psicopatía —aseguró. Damon levantó las manos en estrella y ladeó la cabeza—. Bien, soy el primero que gozaría de que fuera un demonio, lo sabéis. No me conviene para nada un ángel nuevo, no es mi bando, pero vería injusto que alguien bueno se marchara al infierno.

—¿Qué nos propones? —preguntó Gabi.

—Soy su guardián, ¿verdad? Ella forma parte de mí y yo de ella. Seguiré con Nami, aunque sea un ángel y averiguaré qué es lo que le ocurre con la luna. Trabajaré con vosotros.

—¿Por qué querríamos que trabajaras con nosotros? —lo interrumpió Miguel, con orgullo—. Nos valemos solos.

—Eres consciente de que soy muy bueno cuando trabajo contigo, Miguel —lo calló Damon—. ¿Sabes? Mejor que todos, ahora que lo pienso.

—Damon... —murmuró Gabi.

—Vale, dejo la soberbia un momento. —Inhaló y exhaló para esforzarse en ello—. Naminé es poderosa, murió virgen y tiene el alma brillante. Va a ser un ángel excepcional si le dais una oportunidad. No merece morir así. Algo se adueñaba de ella y sabré qué es para destruirlo. Dadme tiempo.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora