Capítulo 15: La bruja y la muerte.

106 11 1
                                    


Kate levantó la mano y encima de la cara y observó el hermoso anillo que vestía su anular por un buen rato. Su esposo la había mandado para una misión mucho más retorcida de lo que realmente estaba haciendo allí. Suspiró con angustia y dejó caer la mano. Con magia básica, había dejado la torre al lado del río tan impoluta como habitable. Y allí estaba, sabiendo que no habría ningún ser que quisiera molestar o al menos que supiera que estaba ahí, el Dolwill, escondida por el bosque y sola. Nadie en su sano juicio lo estaría, aunque empezaba a pensar que juicio tenía poco después de lo que había ocurrido con Zarek.

—¿Por qué? —se preguntó para ella misma. Dio una vuelta por la cama y hundió la cara en el cojín. Se repitió—. ¿Por qué?

Y seguía sin comprender cómo había perdido la cabeza así por un extraño al que debía destruir. Lo del rey era un matrimonio arreglado, pero sabía solo por el aspecto del león que no era de compartir, mucho menos con quién más decía odiar. No quería probar cuan posesivo llegaba a ser Eiden, porque ya se hacía una idea de que no era todo oro, aunque reluciera como el sol, y que una parte oscura y visceral se escondía dentro de su cálido aspecto.

***

En el mundo de las maravillas, el castillo se alzaba majestuoso sobre una colina, sus torres altas perforaban el cielo con una elegancia imponente. Las paredes de piedra gris, desgastadas por el tiempo, pero robustas, estaban decoradas con intrincados relieves y gárgolas de leones que parecían cobrar vida bajo la luz del sol cuando amanecía. Las figuras de piedra, con sus colmillos afilados y sus expresiones feroces, vigilaban celosamente los alrededores del castillo.

Los portones de madera maciza, adornados con hierro forjado, se abrían hacia un puente levadizo que cruzaba un foso profundo y lleno de agua cristalina. Más allá del puente, los jardines del castillo se extendían entre plantas exóticas y flores a las que nadie les puso nombre.

En una de las torres más altas, en una habitación con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de todo lo que gobernaba, se encontraba el mayor hechicero del reino. O eso era lo que él decía. El rey. Después de los años que habían pasado por sus ojos, no había dejado de ser un hombre imponente, con una melena pelirroja que resplandecía como la sangre bajo la luz del sol. Sus ojos, de un verde intenso, estaban fijos en el espejo que sostenía firmemente en sus manos. El artefacto antiguo, con marco dorado ornamentado con gemas preciosas que brillaban con luz propia que siempre usaba para observar a los demás. Tenía la mente nublada desde que vio a su hermano. Le olía a Zarek y no podía estar tranquilo.

El rey, con voz profunda y resonante le ordenó al espejo:

—Muéstrame a mi hermano.

Una niebla mística comenzó a arremolinarse en la superficie del espejo, mostrando lentamente la imagen buscada. El hombre, similar al rey, pero con un semblante más oscuro y enigmático, se encontraba teniendo una de sus tantas pesadillas.

El rey entrecerró los ojos mientras lo veía sufrir en sus recuerdos, sudando y empapando sus mejillas con lágrimas que corrían por sus mejillas sin control.

—Dormiste solo, bien—dijo para sí mismo Eiden. Miró hacia su mano, donde reposaba dormido el anillo de compromiso y gruñó en voz baja. Un gruñido más propio de una bestia que de un humano. No iba a descansar, hasta que su hermano no existiera ni en su mundo ni en cualquier otro. Donde todo era posible, la paciencia del rey era lo único que no se lograba observar.

Se levantó y se marchó al salón del trono.

Sentado en su trono de piedra, decorado por grabados de leones que rugían furiosos al igual que su alma, Eiden golpeaba la piedra con el dedo. El anillo solar que llevaba en su dedo emitía golpecitos suaves mientras lo hacía. Estaba esperando a la dueña de ese enlace que le hizo tener un anillo de compromiso día y noche. Le había abierto un portal en la torre para que fuera con él de forma urgente.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora