Capítulo 11: Mi rey y mi reina.

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Katerina jugó con el hielo en su boca, incapaz de compaginarlo con su miembro que ya ocupaba todos sus espacios. Pero se apañó para meter el hielo adentro, agarrar su miembro con la mano y pasárselo por toda su longitud, enfriándoselo.

—¿Te gusta así, mi rey?

Raúl gruñó en voz alta. La forma en la que lo había llamado tensó todos sus músculos. Cerró los ojos y jadeó con fuerza.

—Dilo de nuevo...

—Me preguntaba si le gusta a su majestad que esté de rodillas frente a él, chupándole la polla.

Tensó la quijada. Levantó el mantel de la mesa para observarla y se mordió el labio inferior.

—Estás haciendo muy feliz a tu rey, de hecho, te ordena que no pares.

—No iba a hacerlo, aunque me ordenara.

Y tragó toda su polla de nuevo, jugando con sus manos por sus muslos, clavándole las uñas mientras lo miraba a los ojos. Él estaba encendido. La observaba con los gemidos ahogados en su garganta. No apartaba la vista. Pasó una mano por su mejilla y le golpeó cerca de la comisura de sus labios, para sentir con la mano la forma en que le estaba tragando el miembro. Bombeaba, mojándose la punta con el presemen que tantas absorciones estaba sacando. Katerina lo saboreó con deleite al darse cuenta, gimiendo en su boca, provocándole vibraciones por toda su longitud mientras ponía los ojos en blanco.

—¿Estás orgullosa de convertirte en la obsesión del rey?

—Depende... —ronroneó con la voz algo entrecortada por el dolor de su garganta. Agarró su miembro y siguió pajeándolo con ambas manos mientras lo miraba muy intensamente a los ojos—. ¿Ese rey me convertiría en su reina?

—Si te lo mereces, sí.

—¿Cómo que si me lo merezco? —gruñó ella, asomando más la cabeza con una expresión de enfado mientras seguía acariciándole, a sabiendas de que estaba al límite—. Yo soy tu puta reina. Así que obedéceme y sírveme como es debido.

Raúl dejó salir de su interior una risa llena de rabia y a la vez, placer.

—Hazme correr y te llamaré mi reina a partir de ahora.

Katerina aceleró la masturbación, moviendo sus manos más deprisa. Justo cuando Raúl estaba al límite, se detuvo.

—Tú aquí no das las órdenes. Te he dicho que soy tu reina, y mi primera orden es que te corras. Y como mi buen rey, me obedecerás.

Ni siquiera le da opción a responder, pues vuelve a tragársela más deprisa volviendo a saborear el líquido preseminal que tanto le gustaba. Raúl cierra los ojos un momento. Estaba rabioso, ansioso. Odiaba perder el control o que alguien se atreviera a dudar de que pudiera mandar sobre todo el mundo.

—A la mierda —gruñó. La sujetó del pelo con ambas manos y empezó a moverse al ritmo que ella llevaba. Ahogó los gemidos que amenazaban por salirle y en poco, empezó a correrse en su boca.

Katerina cerró sus labios alrededor de su glande, masturbándolo mientras se corría en su lengua a grandes chorros, ahuecando sus mejillas para que no saliera ni una gota por fuera. Una vez terminó de rellenarla, saboreó con gusto su semilla enseñándosela con la boca abierta, con cuidado de que no cayera nada al suelo. Volvió a disfrutarla para ella misma y se la tragó, le sacó la lengua y le sonrió triunfante.

—Buen chico.

Raúl sonrió con molestia. Le tiró del pelo e hizo que subiera a horcajadas sobre él. Le abrió las piernas y ladeó las bragas con dos dedos.

Dolwill: El peón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora