Los pechos de Alexa rozaron las piernas de Death y levantó el trasero. Lo fue bajando lentamente y con ello, el miembro empezó a abrir sus paredes. Su agujero se expandió y a medida que fue entrando aquel colosal miembro, sus orgasmos fueron repetitivos. Death la vio bombear sobre su miembro y aprovechó cada obertura para llevarla más hacia dentro. Vio las gotas de fluido recorrerle y empaparlo hasta los testículos. Se lamió los labios y tragó saliva. Lo estaba disfrutando demasiado.
Alexa arañó sus piernas y siguió bajando. Él la premió con caricias por las nalgas, las cuales se convirtieron en azotes que le marcaron la pálida piel de un rosado intenso y tentador. El mismo color que estaba tomando su intimidad con tremenda intromisión.
Llegó a un punto en el que ya no cabía más, pero era lo suficiente para darles un placer sofocante a los dos.
Con unos pequeños movimientos, Alexa estalló.
—¡Aaaa! —exclamó, desde un pequeño grito a otro más elevado. Empezó a temblar del placer y notó que por mucho que su coño se contraía el placer no se detenía y los fluidos no hacían más que aumentar la presión que se quedaba en su interior—. ¡Death!
—¿Algo que decirme? —le susurró en el oído.
—Duro —susurró. Se le rompió la voz y se mordió el labio inferior. Lo miró de reojo y sonrió con atrevimiento—. Me preguntaste como lo quería, pues lo quiero duro.
—Estás loca.
—Y te acaba de poner al mil que lo esté.
Death sonrió.
—Sí, lo admito. Como también admito que no vas a parar de correrte en todo el día y ya veremos si te dejo descansar por la noche.
Alexa se estaba riendo hasta el primer empujón. Calló su risa y la cambió por un grito. Apretó las manos en el suelo y lo dejó ponerla en cuatro. Lo miró de reojo y cogió uno de los cojines del sofá. Sabía que lo iba a necesitar para no gritar tanto y poderlos morder. Y así lo hizo, aunque sus quejidos y su cuerpo no mentían cuando temblaba y estallaba en puros squirts, uno tras otro.
***
María caminaba con paso firme por la estrecha vereda que serpenteaba entre los altos muros de piedra del cementerio. El cielo estaba encapotado, y una ligera bruma flotaba en el aire, envolviendo las lápidas en un misterioso velo de humedad. El crujido de la grava bajo sus zapatillas era el único sonido que perturbaba la silenciosa calma del lugar, mientras el viento jugueteaba con los mechones de su cabello, arrastrando consigo el olor de las hojas caídas y el musgo.
No había podido quitarse de la cabeza aquella tumba de una mujer cuya foto en la lápida era su viva imagen. La curiosidad, ese fuego implacable que alimentaba su carrera como periodista, la había llevado hasta allí. Eso y la advertencia de Raúl.
Cruzó un pequeño arco de hierro oxidado y avanzó entre filas de tumbas desgastadas por el tiempo, hasta que finalmente la vio. Al acercarse, el pulso se le aceleró. Sobre la piedra fría y oscurecida por los años, destacaba una fotografía en blanco y negro de una mujer. María sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era como mirarse al espejo.
Se agachó frente a la tumba, estudiando la imagen con atención. Como no lo había hecho antes por el terror que le daba.
—Aquí estoy otra vez —susurró.
Allí estaba, la misma mirada penetrante, la misma curva en los labios. A su lado, el nombre grabado en la lápida le ofrecía una única pista: Juliet Evans.
Sacó su libreta, temblando y escribió el nombre con trazo rápido. El sonido del lápiz contra el papel nunca le había parecido tan aterrador. Quería hacer preguntas, pero ¿a quién? El silencio del cementerio parecía tener todas las respuestas, ocultas bajo capas de tierra y años.
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Dolwill: El peón.
FantasyDolwill es un pueblo maldito, concebido para esconder seres sobrenaturales. Entre la realidad y un mundo medieval, la vida y la muerte luchan como si se tratara de una partida de ajedrez. Dos hermanos, herederos al trono, enfrentados por los asesina...