El demonio que juega a ser niño..

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La niña salió de la casa, su vestido blanco ondeando como un sudario en la oscuridad de la noche. Sus zapatos negros resonaban de manera siniestra en el silencio. Llevaba trenzas a ambos lados de la cabeza, pero su flequillo caía estratégicamente, ocultando sus ojos, como si quisiera esconder un secreto macabro. La madre, de pie junto al coche, irradiaba una tristeza que parecía impregnar el aire.

-¡Mamá, mamá! ¡Vamos a jugar, quiero jugar! -resonó la voz infantil, pero en la penumbra su tono adquirió un matiz perturbador.

La madre, con un deje de desesperación en los ojos, respondió:

-Ahora no, cariño, estoy ocupada.

La niña, con un puchero que parecía contener la oscuridad misma, insistió:

-Pero mamá, quiero jugar.

La madre, acariciando suavemente su cabeza, dejó escapar una risa que se desvaneció en el aire denso.

-Está bien, pero solo un ratito, ¿vale? Mamá tiene muchas cosas que hacer.

La niña, con un salto que helaba la sangre, exclamó:

-¡Hurra, hurra!

La madre, en un gesto inquietante, sacó una venda de tela y la sostuvo frente a la niña, su mirada penetrante como la de un depredador.

-Quiero que te pongas esta venda en los ojos, mi angelito. Mamá tiene una sorpresa para ti, recuerda... no puedes mirar.

La niña, temblando de emoción, murmuró:

-Está bien, mamá, no veo la hora de la sorpresa.

La madre, con una sonrisa que destilaba locura, comenzó la cuenta regresiva:

-Uno.

Cada número resonaba en la mente de la niña como un eco distorsionado. La madre abrió el maletero del coche.

-Dos.

La e_sc*opeta, con su frío metal, reflejaba la luz de la luna.

-Tres.

Cargó la munición con un sonido metálico que perforaba el silencio.

-Cuatro.

Apuntó a la n*i_ña, cuyas manos cubrían inocentemente sus ojos.

-Cinco.

El estruendo retumbó, desgarrando la noche y dejando un eco de pesadilla en el aire.

La pequeña cayó al suelo, el humo se desprendía de su r_os*tro inerte, mientras la madre soplaba el humo que salía del cañón del ar*m_a.

-Gracias a Dios, ¡se acabó! -exclamó.

El cu_e*rpo de la niña, retorcido, comenzó a convulsionarse, metamorfoseándose como un gusano oscuro. Dos cuernos surgieron sobre su cabeza, un pelaje negro cubrió su piel, y sus extremidades se transformaron en patas de cerdo. Los brazos y manos, aún humanos, emitían una aura de malevolencia.

La madre, con una sonrisa d*esquic_iada, habló:

-¿Pensabas que me ibas a engañar? Mi hija murió hace siete años. Los muertos no vuelven a la vida... Tú no eres ella, eres una criatura que puede tomar la forma de cualquier persona, y has asumido la de mi hija m*uerta. Ahora estás m*uerto, ¡mal*di_to demonio!

La risa de la madre se mezcló con los estertores de la criatura deformada, mientras la verdad aterradora se desplegaba en la atmósfera cargada de paranoia.

La Maldición..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora