El fantasma del árbol..

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Hay un fantasma en mi casa. Bueno, para ser más preciso, en el patio de mi casa. Lo veo cada noche desde la ventana de mi habitación, colgando de la rama más gruesa del roble que planté cuando me mudé aquí.

La primera vez que lo vi, casi me da un infarto. Era una noche particularmente oscura y mi insomnio habitual me tenía dando vueltas en la cama. Me levanté para tomar un vaso de agua y, al mirar por la ventana, allí estaba él: un hombre joven, de unos 30 años, vestido con pantalones vaqueros y una sudadera gris, balanceándose suavemente al final de una soga.

Recuerdo que grité tan fuerte que pensé que despertaría a todo el vecindario. Pero nadie vino.

Con el paso del tiempo, aunque no me creáis, me fui acostumbrando a su presencia. Es extraño decirlo, pero ver su silueta translúcida recortada contra el muro de mi jardín se volvió una especie de ritual nocturno para mí, pues el suave balanceo hipnótico de su cuerpo me relajaba.

Ahora, cuando el insomnio me ataca, me siento junto a la ventana y lo observo. El movimiento bamboleante al final de la soga se ha convertido en mi nana personal, en el arrullo que finalmente me ayuda a conciliar el sueño.

Sé que debería sentirme perturbado. Sé que no es normal encontrar consuelo en la imagen de un hombre ahorcado. Pero, ¿qué puedo decir? En este mundo lleno de ruido y caos, he encontrado paz en lo macabro.

En general, me parece horrendo que los difuntos no puedan descansar, pero ver a ese hombre es tan placentero que me gustaría que se quedase ahí por toda la eternidad. Sobre todo porque él fue el causante de mi insomnio. Ese desgraciado fue quien, en una noche de borrachera, arrolló con su coche a mi mujer y a mi hijo. Por eso me alegra que se quitara la vida y que, si yo no puedo descansar pensando en lo que me arrebató, él tampoco.

La Maldición..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora