El médico de la muerte..

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**París, 1619**

Charles de Lorme se paseaba inquieto por su estudio, sus pensamientos giraban en torno a los horrores que había presenciado en los últimos días. A través de la ventana, observaba la ciudad que tanto amaba, ahora presa del miedo y la muerte. Sabía que tenía que actuar, pero "¿cómo protegerse mientras trataba de salvar vidas?"

Una noche, tras una larga caminata por los mercados de París, Charles regresó a su hogar con una idea que no podía apartar de su mente. Mientras preparaba sus instrumentos, murmuraba para sí mismo, tratando de darle forma a sus pensamientos.

"El aire... es el aire lo que nos mata," dijo en voz baja, sus dedos tamborileando sobre la mesa. "Los antiguos hablaban de miasmas, de aires corruptos. ¿Y si pudiéramos filtrarlo? ¿Y si hubiera una forma de purificar lo que respiramos?"

Se sentó y comenzó a dibujar en un pergamino, trazando con rapidez lo que imaginaba. "Una máscara... pero no cualquier máscara," continuó, su voz firme con determinación. "Un pico largo, como el de un ave. No, no... como el de un buitre. Sí, eso es. Un pico que pueda llenar con hierbas, con especias, con vinagre. Algo que nos proteja del mal."

Charles pasó las horas siguientes cortando y cosiendo cuero, modelando la primera versión de lo que sería su famoso traje. Cuando terminó, se puso la máscara por primera vez y se miró en un espejo, sorprendido por la figura que tenía ante él.

"Pareces la muerte encarnada, Charles," murmuró, observando el pico largo y el sombrero de ala ancha que coronaba su cabeza. El reflejo le devolvía la mirada de un ser que parecía más cuervo que humano, una figura siniestra y al mismo tiempo poderosa. "Pero si la muerte viene por mí, vendrá enfrentándose a su propio reflejo."

El médico se ajustó la máscara y extendió los brazos para examinar el abrigo largo que cubría su cuerpo. Era pesado, hecho de cuero encerado, y le hacía parecer aún más imponente. "Este abrigo me protegerá del contacto, de los fluidos. Nadie podrá tocarme, ni siquiera la peste."

Esa misma noche, Charles decidió poner a prueba su invención. Se dirigió al barrio de Saint-Germain, una de las zonas más afectadas por la peste. Mientras caminaba por las calles estrechas, notó cómo la gente se apartaba de él, aterrorizada por su apariencia. Los murmullos y gritos de los residentes resonaban a su alrededor.

"C' est la mort qui marche - ¡Es la muerte que camina!" - gritó un niño, aferrándose a la falda de su madre.

"Quizá lo soy," pensó Charles, pero en lugar de detenerse, siguió avanzando. Al llegar a la casa de uno de sus pacientes, una mujer que había perdido a toda su familia en cuestión de días, Charles se agachó junto a ella.

"Soy Charles de Lorme," dijo con voz suave, tratando de tranquilizarla. "Vengo a ayudarte."

La mujer lo miró a través de los ojos desorbitados por el miedo. "¿Qué eres?" susurró, tocando tímidamente el borde de su abrigo.

"Soy un médico, pero también soy tu escudo contra la peste. Este traje... este pico... todo esto me protege del mal aire que nos rodea," respondió él. "Puedo estar cerca de ti sin peligro, y puedo tratar de salvarte."

Charles comenzó a examinar a la mujer, sus movimientos precisos y seguros, como siempre. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que no sentía el hedor de la muerte ni los síntomas del mareo que a menudo lo acompañaban tras largas jornadas. El aroma de las hierbas en su pico llenaba sus sentidos, y el miedo que había sentido antes comenzó a desvanecerse.

"Funciona," se dijo a sí mismo en un susurro. "¡Funciona!"

Durante las semanas siguientes, Charles perfeccionó su traje, mejorando el ajuste de la máscara, añadiendo más capas de protección en el abrigo, y ajustando la mezcla de hierbas en el pico. A medida que otros médicos adoptaron su diseño, el miedo en París comenzó a disiparse un poco. La figura del "Médico con Pico" se convirtió en un símbolo de esperanza, una presencia oscura pero protectora en medio de la desesperación.

Un día, mientras se quitaba el traje tras una larga jornada, Charles se observó nuevamente en el espejo. "Este traje... no solo me protege a mí, sino que protege a todos aquellos a quienes trato. No soy solo un médico, soy una barrera entre la vida y la muerte."

Charles de Lorme, al mirar su reflejo por última vez, comprendió que aunque su traje no podía detener lo inevitable, había logrado algo aún más significativo. En un tiempo donde la muerte parecía inevitable, su invención permitió a los médicos acercarse a sus pacientes, mostrando empatía y humanidad en sus últimos momentos.

El traje de pico, más que una barrera física, se convirtió en un símbolo de la lucha por preservar la dignidad en la hora final. Aunque la peste seguía cobrándose vidas, los médicos, protegidos por sus trajes, pudieron ofrecer consuelo, sostener manos temblorosas, y ser testigos de la lucha de cada alma.
En medio del horror, el traje de Charles de Lorme permitió a los hombres enfrentarse a la muerte no como meros espectadores, sino como seres humanos, con compasión y valor.

Y así, aunque el desenlace fuera fatal, su creación permitió que la humanidad brillara, incluso en los momentos más oscuros...

La Maldición..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora