La Maldición..

Muerto viviente..

En una ciudad eternamente sumida en la niebla, vivía un hombre llamado Elias. Era un relojero de renombre, conocido por la precisión y belleza de sus creaciones. Pero a diferencia de otros, Elias no fabricaba relojes para medir el tiempo, sino para recordarlo. Cada uno de sus relojes de arena era una obra de arte única, encapsulando la fugacidad de la vida en granos de arena que se deslizaban inexorablemente.
Conforme envejecía, Elias se obsesionó con la muerte. La veía en cada tic-tac de sus relojes, en cada grano de arena que caía. Se convenció de que la vida era un reloj de arena y que la muerte era la única certeza.
Una noche, mientras trabajaba en su taller, Elias creó su obra maestra: un reloj de arena del tamaño de un hombre. Lo llenó con arena de todos los rincones del mundo, cada grano representando un momento de la vida. Al encenderlo, una voz profunda resonó en la habitación: "Tu tiempo ha llegado".
Aterrado, Elias intentó detener el reloj, pero fue en vano. La arena caía cada vez más rápido, arrastrándolo hacia una oscuridad abrumadora. En sus últimos momentos, vio reflejado en los granos de arena toda su vida: sus alegrías, sus penas, sus amores y sus pérdidas.
Al amanecer, el reloj de arena estaba vacío. Elias había desaparecido sin dejar rastro, excepto por una nota escrita en un pedazo de papel: "El hombre es la criatura que más debe compadecerse, pues sabe que va a morir".
Desde entonces, los habitantes de la ciudad comenzaron a tener pesadillas con relojes de arena que marcaban el fin de sus vidas. Algunos incluso aseguraban haber visto a Elias vagando por las calles, su rostro envejecido y sus ojos llenos de un profundo pesar.