Capítulo IX

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Descontrol
Punto de Vista de Briellene V. Lawson

Había pasado ya una semana desde la última vez que pisé el edificio. Me mantuve sumergida en la galería y en mi estudio, usando el arte como refugio y distracción. Estaba esperando que terminaran los detalles de construcción y limpieza del último piso para poder retomar el diseño de interiores. Las paletas de colores y los materiales ya estaban decididos, y todo lo habíamos resuelto mediante llamadas y mensajes con Iván. Lo agradecí en silencio; no tener que enfrentarme a Harrison me había dado un respiro necesario.

Sin embargo, mi tiempo de evasión estaba llegando a su fin. Hoy Iván me llamó para informarme que la limpieza del área había terminado y que el lugar estaba listo para ser inspeccionado. Todo iba a un ritmo sorprendentemente rápido, y aunque eso debería alegrarme, sentí una punzada de nervios en el estómago al pensar que tendría que regresar.

No obstante, esta vez me sentía diferente. A pesar de lo que ocurrió la última vez que vi a Harrison, la distancia había sido sanadora. Me había dado espacio para recuperar el control sobre mí misma, para recomponer mi mente. Y aunque no podía borrar lo que había sucedido entre nosotros —esa conexión palpable que casi nos llevó a...—, hoy me sentía más fuerte. Más preparada.

Probablemente, este tiempo lejos de él era lo que necesitaba para respirar de nuevo.

Pero ahora, tenía que enfrentarme al espacio, al proyecto... y a él.

Tomé aire y dejé caer la mirada sobre el escritorio con las paletas de colores que estaba revisando. Los tonos y colores del último piso ya no eran un misterio, todo estaba en su lugar, tal como lo había imaginado. No había razón para postergar más la visita.

—Lou, voy a pasar por el edificio esta tarde —le dije, intentando sonar casual, pero ella me conocía demasiado bien.

—¿Y vas a verlo a él? —preguntó sin levantar la mirada de su pantalla, con esa nota de insinuación en su voz que siempre me hacía sentir expuesta.

—Voy a supervisar el trabajo, nada más —respondí con firmeza, aunque sabía que no la convencía, ni siquiera yo me lo creía del todo. Algo en la idea de volver al edificio me inquietaba, más allá del simple diseño.

Lou sonrió por lo bajo, sin agregar nada. Seguimos trabajando en silencio unos minutos más, pero mi mente ya no estaba en el lienzo frente a mí. Ya había cruzado las puertas del edificio, ya estaba dentro de ese espacio donde todo lo que había planeado, todo lo que creía controlar, parecía desmoronarse en presencia de Taddeo Harrison.

Miré el reloj. Era hora de enfrentar la realidad. Recogí mis cosas, asegurándome de llevar todo lo necesario para la inspección. Cada paso hacia la puerta del estudio me pesaba más de lo que me gustaría admitir, pero no podía seguir postergando esto. Tenía que hacer mi trabajo.

—Nos vemos luego, Lou. No me esperes despierta —intenté bromear, aunque no tenía idea de cuánto tiempo me tomaría.

—Suerte, Brie. Y no te comas la cabeza por él —me dijo en tono serio.

Decidí tomar un taxi, y en el trayecto traté de concentrarme en los detalles del diseño: los colores, los materiales, las texturas que habíamos elegido... Pero mi mente seguía regresando a la misma imagen, aquella escena en las escaleras. Los dos tan cerca, a punto de cruzar una línea que ninguno de los dos se atrevió a traspasar.

Sacudí la cabeza, tratando de apartar ese pensamiento. No debía pensar en eso.

De repente, el tráfico se volvió insoportable. El taxi se detuvo por completo a dos calles del edificio. Ni un solo auto se movía. Miré mi reloj, frustrada. No tenía tiempo para esto.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora