Capítulo XXXXII

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Entre besos y promesas.
Punto de Vista de Briellene V. Lawson

Harrison se quedó quieto unos segundos, con la mirada fija en mí, como si quisiera capturar este momento en su memoria antes de dar cualquier paso. Sus dedos se deslizaron lentamente por mis brazos hasta llegar a mis manos, tomándolas entre las suyas y llevándolas a sus labios. El roce suave de su piel contra la mía encendía una chispa que recorría todo mi cuerpo.

Sin dejar de mirarme, comenzó a desabotonar mi pijama que recién me había puesto, sus dedos trabajando con paciencia, deslizándose uno a uno por los botones. Su pulgar rozaba mi piel en cada movimiento, provocando un escalofrío que parecía responder a su toque. Cuando la última prenda cayó sobre mis hombros, él la retiró con suavidad, como si cualquier movimiento brusco pudiera romper la atmósfera que había creado entre nosotros.

Yo, sin desviar la mirada, acerqué mis manos a su cuello, acariciando la curva de su mandíbula y descendiendo hacia su pecho, desabrochando su camisa con la misma calma. Su respiración se volvió más profunda, y sentí cómo sus músculos reaccionaban a mis caricias, tensándose bajo mis dedos mientras la tela se deslizaba de sus hombros y caía al suelo.

Nos quedamos así por un instante, uno frente al otro, explorando la cercanía y la vulnerabilidad de compartirnos sin reservas. Él me atrajo hacia sí, sus brazos envolviéndome mientras nuestras pieles se encontraban, el calor de su cuerpo mezclándose con el mío, creando un vínculo que parecía desafiar cualquier lógica.

A medida que la tensión entre nosotros se intensificaba, Harrison se inclinó sobre mí, su cuerpo presionándose suavemente contra el mío. La atmósfera se tornó más densa, como si el aire estuviera cargado de electricidad. Me miró a los ojos, buscando mi aprobación, y cuando asentí, su mirada se tornó seria, llena de una mezcla de deseo y protección.

Él se posicionó entre mis piernas, creando un espacio en el que la intimidad se sentía a flor de piel. Su cuerpo era cálido y firme, y cada movimiento que hacía despertaba una oleada de sensaciones en mí. Con movimientos lentos y controlados, se acercó, sus labios apenas rozando los míos en un beso ligero que encendió aún más el fuego que ardía entre nosotros.

Cuando su cuerpo comenzó a moverse, su respiración se convirtió en una sinfonía de susurros y suaves gemidos. Con una delicadeza casi reverente, se introdujo lentamente, y una oleada de sensaciones recorrió mi ser, llenando cada rincón de mi cuerpo. Era una mezcla de placer y tensión, un baile que habíamos esperado por tanto tiempo.

Involuntariamente, los gritos ahogados salieron de mi garganta, pero rápidamente llevó su mano hacia mi boca, ayudándome a contener los sonidos que escapaban de mí. Mis ojos se encontraron con los suyos, y en ese momento, comprendí que ambos estábamos en la misma sintonía, compartiendo este instante de vulnerabilidad y deseo.

A medida que él se movía, la conexión entre nosotros se profundizaba, y sentí que el mundo exterior desaparecía por completo. Todo lo que importaba era este momento, esta entrega, y la forma en que nuestras almas se entrelazaban, encontrando finalmente su lugar en el otro.

A medida que el clímax de nuestro encuentro se acercaba, la intensidad de nuestros cuerpos se elevaba, cada movimiento un eco de las emociones reprimidas que habíamos cargado. Harrison me miró con una mezcla de ternura y urgencia, y en ese instante, supe que todo lo que había pasado entre nosotros había llevado a este momento de conexión pura.

Su aliento era cálido contra mi piel, y podía sentir cómo su corazón latía al mismo ritmo que el mío, resonando en un acorde perfecto. Con cada embestida, sus manos exploraban mi cuerpo, acariciando suavemente mi piel, como si estuviera descubriendo un paisaje desconocido. Su toque era a la vez firme y delicado, una promesa de protección que me llenaba de una extraña paz en medio de la tormenta de sensaciones que nos rodeaba.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora