Capítulo XXXIX

13 4 0
                                    


Cafe negro.
Punto de vista de Briellene V. Lawson

Entré a mi apartamento todavía sintiendo el calor de sus manos en mi piel, aunque intentaba distraerme, concentrándome en cualquier cosa que me alejara de él. Pero en cuanto cerré la puerta, el maullido insistente de Cornelia me devolvió a la realidad. Mi gata estaba ahí, como si hubiese estado esperándome con la paciencia de una guardiana.

—¿Qué pasa, Cony? —pregunté, mirando su mirada intensa, como si quisiera decirme algo importante—. Hambre no tienes, porque ya comiste.

Cornelia continuaba maullando, demandando atención. Había días en los que mi gata necesitaba que la consintiera, y hoy parecía ser uno de esos. Me agaché, acariciando su suave pelaje, y ella respondió con un ronroneo satisfecho.

—Vamos, preciosa —dije en ese tono agudo que solo usaba con ella mientras caminaba hacia mi habitación—. Me daré una ducha y prometo hacerte cariñitos después.

Cornelia, como si entendiera, saltó a la cama y se acomodó en mi almohada, esperando. Me despojé de mi ropa, y al entrar a la ducha, dejé que el agua caliente corriera sobre mí, arrastrando cada rastro de Harrison de mi piel. Pero, aún con los ojos abiertos, sentía su presencia en cada rincón de mi mente. Cerrarlos no era una opción; sus manos, su mirada, su voz seguían allí, recordándome la intensidad de los momentos que habíamos compartido.

Terminé rápidamente, envolviéndome en una toalla, y me dirigí al cuarto. Me puse mi pijama favorita, esa que era suave y cómoda, perfecta para alejarme un poco del caos de emociones de la noche. Me metí bajo las sábanas y Cornelia se acurrucó de inmediato a mi lado, ronroneando con satisfacción, como si estuviera allí para darme algo de calma. Sus pequeñas vibraciones bajo mis dedos me ayudaron a centrarme, y casi logré relajarme... casi.

Cuando estaba a punto de apagar la luz, mi celular vibró. La pantalla se iluminó con un mensaje. Lo tomé, sintiendo una pizca de esperanza que desapareció en cuanto leí el remitente. Lucas otra vez.

"Briellene, lo siento. ¿Podemos hablar? Contéstame."

Suspiré, decepcionada, y dejé el celular a un lado, bloqueando la pantalla. Lucas... insistiendo como siempre. Pero lo que realmente me molestaba no era su mensaje. Era la ausencia de otro. Harrison no me había escrito ni una sola vez desde que me dejó en casa.

Suspiré, hundiéndome en la cama, tratando de sacarlo de mi cabeza. Cornelia, que parecía percibir mi inquietud, empujó su cabecita contra mi mano, exigiendo más caricias.

—Gracias, Cony —susurré, acariciándola suavemente mientras cerraba los ojos, dejando que su ronroneo me acunara.

Intenté dormir, deseando que la noche pasara rápido. Tal vez mañana... tal vez mañana lo vería.

A la mañana siguiente, desperté y tomé el celular de la mesita, solo para ver varios mensajes de Lucas acumulados en la pantalla. Sin embargo, no me detuve a leerlos. Su insistencia solo me generaba más ganas de seguir adelante y centrarme en lo que realmente importaba ahora. Dejé el celular a un lado, tomé una ducha rápida y me arreglé con eficiencia. Hoy iría directo a la galería y, en esta ocasión, decidí tomar un taxi en lugar de caminar.

Cuando llegué, vi a Lou acercarse también, envuelta en su típica energía alegre. La saludé con una sonrisa, pero no podía ignorar algo que había empezado a notar.

—Oye —dije, alzando una ceja, llena de curiosidad—. ¿Ivan y tú...? ¿Tienen una relación?

Lou sonrió, un poco avergonzada, pero asintió sin reservas.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora