Capítulo XXXVII

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Nuevas Perspectivas
Punto de Vista de Briellene V. Lawson

Me desperté sintiendo el peso de la noche anterior aún presente en mi cuerpo, pero en lugar de la tristeza abrumadora que había anticipado, había una chispa de ánimo en mí. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, y a pesar de no haber dormido bien, sentía una determinación renovada. Hoy sería un buen día, me repetí mientras me estiraba, dejando que el calor del nuevo amanecer me envolviera.

Cornelia, con su pelaje suave y cálido, estaba comiendo de su dispensador de comida. La observé durante un momento, sonriendo ante lo absurdo de la situación.

—Hasta tú estás más animada que yo,—murmuré, acariciando su cabeza antes de salir a la calle para pedir un taxi.

La brisa fresca me golpeó al salir del edificio, y sentí un escalofrío de emoción recorrerme. Pedí un taxi que me llevara a la galería, sintiendo cómo la anticipación crecía en mi interior. Hoy debía ser el día en que enfrentara lo que había empezado con Harrison.

Al llegar a la galería, justo cuando estaba a punto de entrar, vi a Lou llegando al mismo tiempo. Coincidimos en el elevador.

—¡Buen día! —dijimos ambas, sonriendo.

—¿Qué tal te fue ayer? —preguntó Lou, directamente.

Mientras entrábamos en la galería, le conté lo sucedido. La expresión de sorpresa en su rostro era un poema, como si hubiera visto un milagro.

—¿Son novios entonces? —preguntó escandalizada, con los ojos abiertos como platos.

—No —hablé nerviosa—. O sí... —dije, dejando mis pertenencias en la oficina y avanzando al estudio. Me picaban las manos por tocar los pinceles.

—¿Son o no son? —preguntó, impaciente.

—Creo que sí.

Lou chilló ante mi confirmación, pero la callé inmediatamente.

—No creo que pase a nada más, Lou. No estoy segura de estar con alguien como Taddeo.

—¿Por qué?

—No sé en qué momento decidirá abandonarme como lo hizo aquella noche —dije, tomando mis pinturas y pinceles—. Así que prefiero no comenzar nada que acabe en abandono.

—Solo estás evitándolo.

—Sí, pero prefiero no sufrir evitándolo que sufrir amándolo. Llámame cobarde, lo soy —dije, encogiéndome de hombros y sentándome en el taburete frente al lienzo, dispuesta a trazar con los pinceles.

Lou se mantuvo callada mientras yo pincelaba el lienzo. Creo que no tuvo nada más que decir; igual era la realidad. Taddeo me había hecho sufrir demasiado, no quería ponerme en sus manos de nuevo. El único detalle es que cuando lo tengo de frente se me olvidan las palabras y caigo a sus pies.

—¿Ya no tienes bloqueo artístico? —preguntó Lou después de unos minutos, emocionada.

—... Creo que no —dije lentamente, notando que había comenzado a pintar después de mucho.

Lou se quedó fascinada mirándome mientras yo pincelaba y mezclaba tonos de pintura. Me sentía encendida; mis dedos agarraban fuego con los pinceles trazando. Era una sensación que hacía tiempo no sentía.

—Si te da miedo estar con Taddeo, deberías decírselo ya, no esperes mucho.—comentó Lou alejándose hacia su oficina.

—Sí, ya veré cuando le digo.

—Hoy tiene que ser —dijo Lou, viéndome antes de salir por la puerta.

—¿Hoy, por qué?

—Porque ya te está llamando —dijo, señalando mi celular a un lado donde brillaba la pantalla con el nombre de Harrison.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora