Capítulo XVII

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Vuelos
Punto de Vista de Briellene V. Lawson

Salí de esa oficina con una mezcla de sentimientos hirviendo en mi interior. El enojo era el más fuerte de todos. ¿Cómo se atrevía a pedirme semejante cosa? Que no lo busque, había dicho, como si yo hubiera estado persiguiéndolo por todos lados. Claro que no lo había hecho.

O, tal vez, sí lo había estado haciendo, susurró mi subconsciente, pero me negué rotundamente a aceptarlo.

Caminé hacia la salida del edificio con la cabeza en alto, decidida a borrar cualquier rastro de él de mi mente. Paris sonaba como una idea cada vez mejor. Me vendría bien alejarme de todo esto, de Eric, de Harrison... sobre todo de Harrison. Pero el pensamiento de Eric surgió como una espina. Aún tenía que arreglar mis asuntos con él. La policía había comenzado una investigación formal después del incidente, y me habían citado a testificar en su contra. La corte sería en dos días.

El solo pensar en ver a Eric otra vez me hacía temblar, pero traté de calmarme al recordar que no estaría sola. La policía estaría allí, y tanto Lou como Iván se habían ofrecido a acompañarme. El solo hecho de que Iván también viniera me tranquilizaba. Se lo mencionó a Lou en una de sus llamadas, y ella aceptó con un suspiro de alivio. Lou e Iván habían estado hablando mucho más de lo habitual, incluso después de que el proyecto con Harrison había terminado. Había algo en su relación que me hacía sonreír, un brillo en los ojos de Lou que no había visto antes.

Respiré profundamente al salir del edificio. El aire frío me despejó un poco la mente, pero no del todo. Mi frustración todavía burbujeaba por dentro. Crucé la calle y caminé hacia la galería, necesitando hablar con Lou, descargar mis emociones antes de que estallaran dentro de mí.

Cuando llegué, Lou me esperaba en su mesa, revisando unos correos. Al verme entrar, levantó la mirada, y su ceño fruncido me indicó que había leído algo en mi expresión que no le gustaba. Me dejé caer en una silla frente a ella y solté un largo suspiro.

—¿Qué pasó? —preguntó sin rodeos, apartando el portátil a un lado.

—Harrison es lo que pasó —respondí, sintiendo que mi voz temblaba de pura exasperación—. Le dije que era un imbécil, literalmente. Por teléfono. Y luego, cuando finalmente lo enfrenté, me dijo que no lo busque más. Como si yo estuviera buscándolo. ¿Qué se cree?

Lou me miró en silencio, pero su rostro no ocultaba la mezcla de sorpresa y preocupación. Sabía que estaba tan confundida como yo. Harrison era, sin duda, el rompecabezas más complicado que había encontrado.

—¿Qué significa eso? —murmuró Lou—. ¿Por qué te diría algo así?

—No lo sé. Eso es lo que me tiene fuera de mí. Un minuto parece que no puede soportar estar lejos, y al siguiente, me dice que desaparezca de su vida. Y encima se esconde detrás de esa invitación para la exposición en París. —Me llevé las manos a la cara, exasperada—. No puedo con él, Lou. No puedo. Cada vez que pienso que lo tengo descifrado, hace algo que me desarma.

Lou se quedó pensativa un momento antes de responder.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a ir a París?

Me quedé en silencio, mordiéndome el labio mientras lo pensaba. La idea de escapar, de poner un océano de distancia entre nosotros, sonaba más atractiva que nunca. Podría enfocarme en mi arte, en algo que realmente valiera la pena, en lugar de perderme en el laberinto emocional que Harrison representaba. Pero, a la vez, algo me frenaba. Ese magnetismo que sentía hacia él, esa tensión no resuelta que me mantenía atada de una manera que no lograba entender.

—Sí, creo que sí —respondí finalmente—. Necesito alejarme. Quizás la distancia me ayude a ver las cosas con más claridad.

Lou me miró con algo de tristeza en sus ojos, como si supiera que la respuesta no era tan sencilla como irme a París y dejar todo atrás.

—Solo ten cuidado, Brie —me dijo con suavidad—. No dejes que lo que pasó con Harrison nuble lo que realmente es importante para ti.

Asentí lentamente, aunque en el fondo, sabía que seguiría luchando con esos sentimientos.

Lou volvimos su mirada al computador, pero noté que estaba un poco distraída, algo inusual en ella. Decidí no prestar demasiada atención y regresé al estudio para asegurarme de que todo estuviera en orden. Mientras caminaba entre los cuadros seleccionados, mis ojos se detuvieron en el rincón donde descansaba, medio cubierto, el retrato de Harrison. A pesar de todo lo que había sucedido, me acerqué y quité la manta que lo ocultaba.

Observé el retrato en silencio, sus facciones perfectamente delineadas bajo mi pincel. Aún había algunos detalles que necesitaban ser trabajados. No tenía sentido que me sintiera tan tranquila mientras lo pintaba, considerando lo mucho que me había frustrado. Me senté en el taburete y tomé mis pinceles, lista para darle los últimos retoques.

Mis manos se movían de manera automática, sin dudar ni un segundo. Mientras terminaba de definir los labios, recordé cómo me había sentido la última vez que estuve tan cerca de él. Sacudí la cabeza, rechazando cualquier pensamiento que pudiera desviarme del trabajo. Era solo un retrato. Eso era todo lo que significaba en ese momento.

Al finalizar, dejé el pincel a un lado y me levanté, dándole una última mirada antes de cubrirlo nuevamente y dejarlo en este rincón donde pertenecía.

Caminé hacia la oficina de Lou, quien seguía inmersa en su pantalla. Me apoyé en el marco de la puerta y hablé con calma:

—Ya seleccioné los cuadros que irán a París. Asegúrate de que lleguen dos días antes del vuelo.

Lou levantó la vista, atenta, y asintió.

—¿Cuáles son? —preguntó.

—Los que están al lado derecho del estudio —respondí sin preocupación.

Lou tomó nota y luego me miró, algo más relajada.

—¿Lista para salir de aqui? —preguntó con una pizca de emoción.

—Sí —contesté sin darle más importancia, y cambié el tema rápidamente—. Tenemos que enfocarnos en lo que viene. París será el escape que necesito.

Lou me observó por un momento, pero no insistió. Sabía que entendía lo que significaba dejar todo esto atrás, al menos por un tiempo. Era tiempo de enfocarme en mi arte y nada más. París representaba una oportunidad, no solo para mi carrera, sino para reconectar conmigo misma, lejos de las complicaciones de Harrison y todo lo demás.

Asentí hacia Lou y volví a mi trabajo, satisfecha con los cuadros seleccionados. Había avanzado en el retrato de Harrison, pero ese capítulo seguiría aquí, oculto, mientras yo me abría paso hacia un nuevo comienzo.

Me fui temprano a casa, agotada tanto por el día como por todo lo que venía arrastrando en mi cabeza. Apenas le di una despedida rápida a Lou, simplemente asegurándome de que todo estuviera listo para la mañana siguiente. Necesitaba un respiro. De camino al apartamento, paré en mi restaurante favorito y compré algo de comida para llevar, en silencio, mientras la ciudad parecía seguir su ritmo frenético a mi alrededor.

Cuando llegué y abrí la puerta, Cornelia ya estaba esperándome, como siempre, con esa energía que solo ella tiene. Se frotó contra mis piernas tan pronto crucé el umbral, ronroneando como si hubiera pasado una eternidad desde que me vio por última vez. Me hizo sonreír, y eso fue suficiente para hacerme sentir un poco mejor. Me agaché y la acaricié suavemente, agradeciendo su compañía silenciosa.

Solté las bolsas de comida en la cocina, sirviéndome algo rápido mientras Cornelia me seguía por toda la casa. La rutina de siempre, pero en este momento, era justo lo que necesitaba. Puse algo en la televisión, sin prestar mucha atención, y me dejé caer en el sofá con Cornelia acurrucada a mi lado.

Intenté relajarme, aunque mi mente seguía luchando por encontrar algo a lo que aferrarse. No quería pensar más en nada ni en nadie. Ni en Harrison, ni en Eric, ni en París. Solo en este momento, en mi apartamento, con Cornelia y el ruido de fondo de la televisión. Me acosté temprano, intentando forzar a mi cuerpo a que siguiera el mismo mandato que mi mente: desconectar.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora