Capítulo VI

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Carnada
Punto de Vista de Briellene V. Lawson

Era sábado por la mañana, y aunque había sido una semana intensa, hoy me sentía bastante tranquila. La cita era a las nueve, al igual que la última vez, y Lou y yo llegamos puntuales. A pesar de lo que sucedió ayer con Eric, logré despertarme con una mente clara, enfocada en el trabajo. La distancia emocional que sentía era casi un alivio; me permitía concentrarme mejor en lo que tenía por delante.

Iván nos esperaba en su oficina, ya que nos había citado ahí para discutir algunos detalles logísticos del proyecto. Nos recibió con una sonrisa profesional, pero amable, y nos ofreció asiento antes de comenzar.

—Todo está listo para que comiencen a trabajar —dijo mientras nos entregaba un par de carnets—. Con esto tendrán acceso al edificio a cualquier hora, pueden venir cuantas veces lo necesiten.

Tomé el carnet en mis manos, observando mi nombre impreso. Era un gesto sencillo, pero significaba que el proyecto avanzaba de forma oficial. Todo comenzaba a tomar forma.

—Además —continuó Iván—, he organizado una mesa de trabajo temporal en el último piso, así como algunos sillones para que puedan trabajar cómodamente. También tendrán personal de construcción a su disposición por cualquier cosa que necesiten ajustar o modificar. Solo háganmelo saber con tiempo.

Lou y yo asentimos, agradecidas por las facilidades que nos ofrecían.

—Para las reuniones con el señor Harrison, deberán programarlas con unos días de anticipación para que podamos ajustar su agenda —agregó, antes de levantarse y hacer un gesto hacia la puerta.

Nos disponíamos a salir cuando Iván añadió con naturalidad:

—Estaré disponible por cualquier cosa que necesiten, y Lourdes, tienes mi número. Escríbeme.

Noté cómo Lou intentaba mantener la compostura, pero el rubor en sus mejillas la delataban. Decidí no comentar nada en ese momento, aunque me costó contener la sonrisa que amenazaba con aparecer en mi rostro.

Ya en el elevador, no pude resistir más.

—Tendrás que escribirle —le dije en tono juguetón, dándole un pequeño empujón.

Lou rodó los ojos, pero su sonrojo seguía ahí.

—No se refería a eso —respondió, fingiendo indiferencia.

—¡Claro que sí! —le respondí entre risas, bajando la voz solo para molestarla—. Le gustas a Iván, es obvio.

Lou negó con la cabeza, pero incluso ella sonreía un poco. La energía ligera entre nosotras era justo lo que necesitábamos después de una semana pesada.

El elevador se detuvo y las puertas se abrieron al último piso. El espacio se sentía amplio y lleno de posibilidades. Grandes ventanales dejaban entrar luz natural, iluminando las paredes blancas que parecían un lienzo en blanco, esperando a ser transformadas. Me sentí emocionada por lo que estaba por venir.

Lou y yo nos acercamos a la mesa de trabajo que Iván había mencionado, y mientras me acomodaba, mis pensamientos volvieron brevemente a Harrison. Sabía que lo veríamos pronto, pero por ahora, tenía trabajo que hacer. Esta era nuestra oportunidad, y estaba lista para aprovecharla.

Nos instalamos en la mesa de trabajo que Iván había mencionado, rodeadas por planos, muestras de materiales, y mis bocetos preliminares. La vista desde los ventanales era impresionante, el horizonte de la ciudad extendiéndose frente a nosotras. Este espacio vacío pronto se transformaría en algo único, y eso me llenaba de entusiasmo.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora