Capítulo XXXIV

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Inconvenientes
Punto de vista de Briellene V. Lawson

Me encontraba en la galería, trabajando como cualquier otro día, cuando mi teléfono de la oficina sonó. Contesté sin prisa, asumiendo que sería un cliente o Lou, hasta que reconocí la voz al otro lado de la línea.

—Buen día, Briellene. Necesito que te presentes en el edificio —dijo Iván con su tono profesional habitual.

Me tensé de inmediato. Iván no llamaba sin una razón de peso. Intenté mantener la calma, pero la preocupación ya comenzaba a instalarse.

—¿Qué sucedió? —pregunté, tratando de disimular mi inquietud.

—Hay un problema con un detalle en los planos del diseño del último piso, en el que estuviste involucrada —explicó escuetamente.

Mi mente empezó a correr, repasando cada decisión que tomé durante el proyecto. ¿Un error en los planos? Intenté sonsacarle más información, pero Iván no cedió.

—Es preferible que te presentes en el edificio. Aquí te explicaré con más detalle —agregó, dejando claro que no obtendría más respuestas por teléfono.

—Okay, estaré allí en diez minutos —respondí con firmeza, ocultando el nerviosismo que comenzaba a apoderarse de mí.

Colgué la llamada y me levanté de inmediato, recogiendo mis cosas con manos más temblorosas de lo que me gustaría admitir. Avancé con paso rápido hacia la oficina de Lou.

—¿Los documentos que usamos para el diseño del edificio Harrison? —le pregunté nada más entrar—. Los necesito, Iván llamó. Necesito corroborar un asunto con él.

Lou asintió, moviéndose con eficiencia, y sacó un paquete de papeles de la gaveta antes de entregármelos. Pero su mirada estaba llena de curiosidad, e incluso un leve brillo de diversión.

—¿Lo verás? —preguntó, refiriéndose claramente a Harrison.

Evadí su mirada, encogiéndome de hombros mientras revisaba los documentos.

—No lo sé... Espero que no.

—Suerte —dijo con una media sonrisa, sabiendo que mi relación con Harrison era mucho más complicada de lo que querría admitir.

Salí de la oficina sin más palabras, pero con mi corazón latiendo más rápido. No podía evitar el nerviosismo, incluso con la simple posibilidad de verlo. La última vez que estuvimos en el mismo espacio... prefería no pensar en eso.

Tomé un taxi y, durante el trayecto al Emporio Harrison, no podía dejar de pensar en qué tipo de problema sería tan grave como para que necesitaran mi presencia. Pero en el fondo, sabía que la verdadera razón por la que mi estómago estaba en nudos no era un error en los planos. Era él. Harrison.

El solo hecho de imaginarme en su presencia me hacía sentir vulnerable, y esa era una sensación que odiaba. Traté de enfocarme en el trabajo, en el problema técnico que debía resolver, pero no podía ignorar el temblor en mis manos.

Llegué al edificio y el escáner de la entrada no reconoció mi tarjeta de acceso de nuevo. Intenté dos veces más, pero la máquina seguía emitiendo un pitido de rechazo. "Genial", pensé. Al parecer, no habían desbloqueado el acceso.

Suspiré, dejando caer la cabeza hacia atrás antes de buscar a Iván con la mirada. Lo vi al otro lado del lobby, hablando con alguien. Hice señas desde donde estaba para que me viera.

—Iván, mi tarjeta no está funcionando —le dije, con mi voz un poco alta para que me escuchara mostrando la credencial con una sonrisa que ocultaba mi creciente frustración.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora