Capítulo XXIV

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Veredicto
Punto de vista de Briellene V. Lawson

El zumbido de mi teléfono en el bolsillo me recordaba los mensajes de Lucas, pero mi mente estaba demasiado atrapada en el torbellino de emociones como para concentrarme en sus palabras amables. Habíamos intercambiado mensajes casi todos los días, y aunque él era dulce y atento, hoy no podía pensar en nada más que en lo que se avecinaba.

El veredicto.

Estábamos de camino a la corte, y cada kilómetro que recorríamos hacía que el nudo en mi pecho se apretara aún más. Sentía los latidos de mi corazón retumbar en mis oídos, y aunque Ivan y Lou me acompañaban como soporte emocional, no podía evitar sentirme completamente sola en este proceso. Me habían apoyado incansablemente durante todo este tiempo, pero había algo en el juicio, en enfrentarlo de nuevo, que hacía que me sintiera aislada en mi propio miedo.

—Va a salir bien, Brie. Solo queda esperar —dijo Lou desde el asiento de al lado, intentando calmarme. La miré de reojo y le sonreí, aunque sabía que mi sonrisa no llegaba a mis ojos.

Ivan, al volante, se mantenía en silencio, pero podía notar la tensión en su rostro. Sabía que él también estaba preocupado. Había sido testigo de tantas de las cosas horribles que Eric había hecho, y más que nadie, entendía lo importante que era este momento para mí. No dijo nada, pero me alcanzó una mirada en el espejo retrovisor que, de alguna manera, me reconfortó.

Llegamos a la corte y el aire se sintió más denso, como si el edificio en sí cargara el peso de lo que estaba por decidirse. Al salir del auto, mis piernas temblaban levemente, pero logré mantenerme firme. El abogado ya nos estaba esperando en la entrada, con su maletín en la mano y una expresión seria en el rostro. Nos saludó rápidamente y se aseguró de que estuviéramos listos para entrar.

No lo estaba. Pero no había marcha atrás.

Al entrar en la sala, todo se sintió irreal, como si el aire a mi alrededor se hubiese congelado. Vi a Eric sentado al otro lado de la sala. Su rostro no mostraba arrepentimiento alguno. Sus ojos me buscaron, y aunque traté de evitar su mirada, sentí que me atravesaba como un frío puñal.

El juez dio inicio a la sesión, y cada palabra que salía de su boca parecía reverberar en mi mente, pero la mayor parte del tiempo me sentía como si estuviera bajo el agua, apenas capaz de escuchar los sonidos. El abogado de Eric lanzó su última defensa, pero ya no importaba. Habíamos llegado al final. El veredicto era todo lo que importaba ahora.

Finalmente, el juez habló.

—Eric Anderson, se le encuentra culpable de los cargos en su contra.

Sentí una oleada de alivio, pero también un peso en mi estómago, como si algo no estuviera bien.

—Se le condena a dos años de prisión, seguidos de tres años en libertad condicional, tratamiento obligatorio y una multa de $15,000 dólares por daños y perjuicios. Además, se establece una orden de restricción en su contra.

Dos años. Solo dos años.

Mis manos comenzaron a temblar. ¿Solo eso? ¿Dos años de prisión y luego quedaría libre otra vez? El terror me invadió. Aunque la condena incluía una orden de restricción, ¿qué me garantizaba que no intentaría encontrarme cuando saliera?

El juez seguía hablando, pero sus palabras se desvanecían. Mi mente estaba atrapada en las posibilidades, en el miedo a lo que sucedería después. Me giré hacia Ivan y Lou, buscando algo, cualquier cosa que pudiera anclarme de nuevo a la realidad. Ivan me miraba con una mezcla de furia y preocupación. Sabía que, al igual que yo, él también pensaba que la sentencia era insuficiente.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora