Capítulo XXVIII

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Sin control
Punto de vista de Briellene V. Lawson

El domingo, fue un día que solía estar lleno de promesas, pero ahora se encontraba vacío y solo.

Taddeo había dicho que quería estar conmigo, pero se había ido en la madrugada, como un cobarde. No le escribiría ni lo llamaría; estaba herida y furiosa. La ira brotaba en mí con cada intento que él hacía de contactarme, pero no podía responder. No estaba lista para enfrentar lo que había sucedido entre nosotros.

La semana transcurrió con una normalidad que me resultaba insoportable.

Ya era martes y ya mañana tenía una cita con Lucas. No sabía nada de Taddeo ni de Iván, y a decir verdad, no me importaba. Con Lou apenas cruzaba palabra; solo nos comunicábamos lo necesario para el trabajo en la galería. Ella había notado mi distancia, pero no preguntaba, y eso me aliviaba y frustraba a partes iguales.

En cuanto a Taddeo, había llamado a mi celular varias veces, pero me negaba a contestar. No quería escuchar su voz, no quería escuchar sus disculpas.

—Brie—llamó Lou desde su oficina, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Sí?—pregunté, sintiendo que su tono de voz traía consigo una preocupación que no me gustaba.

—Taddeo está en el teléfono. Dice que necesita hablar contigo.

Sin ninguna emoción, me giré hacia el computador y continué trabajando.

—Dile que no estoy—respondí, tratando de mantener la frialdad en mi voz.

Lou me miró, sopesando sus palabras, pero finalmente asintió y se alejó para hablar con él.

Me pasé el resto del día en mi oficina, revisando invitaciones a exposiciones en Nueva York. Eran eventos grandes que, después de mi presentación en París, comenzaban a llegarme. Sin embargo, la emoción no se materializaba. En su lugar, me sentía atrapada en una niebla de frustración y desilusión.

El teléfono de mi oficina sonó nuevamente.

—Brie—dijo Lou—Harrison está afuera de la galería. Quiere verte. Saldré a decirle que te has ido; te llamo para que no vea que he venido a hablarte y piense que le he mentido.

—Gracias—respondí, aliviada de que Lou fuera tan astuta.

Sentí cómo mi cuerpo se tensaba al saber que Harrison estaba afuera. No podía evitar admirar su persistencia, pero eso no significaba que estuviera lista para enfrentarlo.

Pasaron unos diez minutos antes de que Lou lograra hacer que se marchara. Sonreí, aunque no era una sonrisa sincera, y volví a concentrarme en mi computadora hasta que el día terminó.

Cuando finalmente acabé todo, salimos con Lou hacia la salida principal del edificio. Sin embargo, justo antes de salir, noté a Harrison parado afuera, esperándome.

—Maldición—murmuré para mis adentros, deteniéndome en seco.

—¿Qué pasó?—preguntó Lou, girándose hacia él con una mirada comprensiva.—Vete por la salida de atrás.

Asentí, decidida a evitar cualquier encuentro con él. Justo cuando estaba a punto de girarme y alejarme, Lou me detuvo.

—¿Qué sucede con Harrison?—su voz era suave, pero podía ver la preocupación en su mirada.

Cerré los ojos. Tarde o temprano tendría que contarle la verdad, pero no quería hacerlo en ese momento.

—Juro que te lo diré, pero no ahora—dije, sintiéndome abrumada.

Sombras del Emporio HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora