Inauguración
Punto de Vista de Briellene V. LawsonHan pasado varios días desde el incidente con Eric, y aunque el tiempo ha avanzado, siento que mi mente aún sigue atrapada en ese momento. Si no hubiera sido por Iván y su rápida intervención al traer a la policía, no sé qué hubiera sido de mí. Pensar en lo que podría haber ocurrido me hiela la sangre. Lou me obligó a ir al médico para que me revisaran, no me dio opción alguna. El chequeo fue ayer, y aunque me sentía fuerte para evitarlo, agradezco que insistiera. Aún tengo las marcas en el brazo y el cuello, pero al menos ya están desvaneciéndose.
La atención que he recibido desde entonces ha sido abrumadora. Me tratan como si fuera de cristal, como si al menor movimiento fuera a romperme en mil pedazos. Aprecio la preocupación de Lou e Iván, pero no puedo evitar sentirme avergonzada. Avergonzada por haber dejado que Eric entrara nuevamente en mi vida de esa forma, por haberle permitido estar tan cerca. No tengo idea de cómo logró entrar en mi apartamento esa noche. Recuerdo que durante nuestra relación él tenía una llave, pero me la había devuelto cuando terminamos. Quizá hizo copias, pero honestamente, no quiero pensar más en eso. No quiero imaginar cuán calculador fue. Solo quiero olvidarlo, aunque no parece ser tan fácil.
Cornelia ha sido mi única compañía constante estos días. Nos hemos refugiado en mi cama, acurrucadas bajo las sábanas. Dormimos, comemos, y repetimos el ciclo. Ella sabe que no me siento bien y me acompaña en mi dolor, lamiendo mis manos cuando las lágrimas se escapan sin que pueda detenerlas. Es como si ella entendiera lo rota que estoy por dentro.
El edificio Harrison está finalmente terminado. Los últimos retoques están en marcha, con los técnicos instalando el internet y las conexiones de las computadoras. Ese proyecto, que había sido un refugio en medio de todo mi caos emocional, está por concluir. Debería sentirme eufórica, pero lo cierto es que la idea de dejarlo atrás me deja con un vacío. Porque también significa que me alejaré de la única persona que, irónicamente, ha llegado a hacerme sentir segura: Taddeo Harrison.
Este nuevo logro en mi carrera debería ser motivo de celebración, pero el sabor que me deja es más bien amargo.
Hoy era el día de la inauguración, y por fin me sentía lista para salir de mi apartamento. Después de días encerrada, reviviendo en mi mente el incidente con Eric, necesitaba un escape, una distracción, y ¿qué mejor distracción que el evento en el edificio Harrison? Mi mente, cada vez que tenía un momento libre, se aferraba a la imagen de Harrison. Esa intriga inquebrantable que sentía hacia él me daba un respiro de todo lo demás.
Iván ya me había llamado temprano para confirmar mi asistencia. Le aseguré que estaría allí, y aunque me preguntó cómo me sentía, le respondí que mejor, lo suficiente para no preocuparlo. No quería que siguiera viendo en mí a alguien frágil. Estaba agradecida con él, profundamente agradecida de haber tenido la claridad suficiente esa noche para escribirle ese mensaje desesperado. Realmente, parecía que Dios había puesto a Iván en mi camino en el momento exacto.
Con Cornelia a mis pies, preparé mi ropa para la noche. Sabía que el evento no solo marcaría el final de mi trabajo en el edificio, sino que también significaba volver a enfrentar a Harrison. Y aunque me llenaba de ansiedad, esa chispa de emoción era imposible de negar.
Me miré en el espejo, detallando el vestido que había escogido con cuidado. Era un diseño que me hacía sentir segura. El escote en forma de corazón acentuaba mi clavícula, y el corset ceñido mantenía mi cintura pequeña mientras la falda caía con gracia por mis caderas, en un delicado azul cielo. Era elegante, justo lo que necesitaba para la noche, sin ser excesivamente ostentoso. Me calcé los tacones beige, que sumaban unos centímetros extra, y me hicieron sentir lista para enfrentar lo que la noche me traería.
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Sombras del Emporio Harrison
Romance-Esto no es algo que suela hacer -murmuré, mis palabras frías y cortantes. -Yo tampoco -respondió, nerviosa. Su piel se sentía cálida contra la mía, y la tensión en el aire me erizó la piel. De repente, no era el hombre controlado que siempre había...