capitulo 25

234 19 0
                                    

La tensión en la habitación no disminuyó con la caída de Guarnizo; si acaso, la atmósfera se volvió aún más opresiva. La sangre que se extendía lentamente por el suelo parecía un recordatorio macabro de lo que acababa de suceder. Abril seguía en el rincón más alejado, como si la distancia pudiera protegerla de mí, de lo que acababa de hacer.

Yo sabía que había cambiado algo entre nosotras, algo que quizás nunca podría recuperar.

El eco de los disparos seguía resonando en mi cabeza mientras daba un paso hacia ella. Mis botas chapoteaban en la sangre, un ruido húmedo y grotesco que hacía que Abril retrocediera aún más, sus ojos desorbitados fijos en mí como si fuera una extraña.

—No te acerques, Samantha —murmuró, con la voz rota por el miedo—. No sé quién eres ahora.

Sus palabras dolieron más que cualquier herida que pudiera infligirme un arma. Pero, ¿cómo explicarle que lo que acababa de hacer no había sido por odio, sino por amor? Un amor tan oscuro, tan distorsionado, que estaba dispuesto a consumir todo a su paso.

Me detuve a mitad de camino, dejando caer el arma al suelo. El sonido metálico al golpear la losa parecía marcar un punto final, aunque sabía que esto no había terminado. Ni siquiera había comenzado.

—Abril —dije, intentando mantener la voz firme, aunque me temblaba ligeramente—. Él te habría destruido. Todo lo que hice fue para protegerte, para salvarte. Tienes que creerme.

Ella negó con la cabeza, cubriéndose el rostro con las manos. El silencio que siguió fue insoportable. Sentía que todo mi mundo se estaba desmoronando frente a mis ojos. El hombre que había jurado protegerme, el que me había moldeado y corrompido, estaba muerto a mis pies. Y ahora, la mujer por la que había sacrificado todo me miraba como si yo misma fuera un monstruo.

Abril finalmente habló, su voz apenas un susurro:

—¿Y qué pasa ahora, Samantha? Has matado a Guarnizo. Sus hombres vendrán por nosotras. No estamos a salvo. Y… —su voz se quebró, sus ojos encontrándose con los míos por un breve instante—. No sé si puedo confiar en ti.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. Pero había tomado una decisión, y no iba a retroceder ahora. Si salvarla significaba arrastrarla al abismo conmigo, entonces así sería. Estábamos destinadas a caer juntas.

***

Los días que siguieron fueron una tormenta de caos y sombras. Me llevé a Abril lejos, a un lugar donde los ojos de los aliados y enemigos de Guarnizo no pudieran alcanzarnos. Era una vieja cabaña en las montañas, un refugio improvisado donde el frío mordía y el silencio se sentía como un cuchillo.

Abril no hablaba mucho, pero sus ojos lo decían todo. Me observaba como si intentara descifrar quién era yo ahora. No había amor en su mirada, pero tampoco había odio completo. Solo un vacío extraño, una herida abierta que no dejaba de sangrar.

Intenté acercarme a ella, intenté explicarme, pero siempre me encontraba con una pared. Mi obsesión por protegerla, por mantenerla a salvo, se estaba convirtiendo en algo más oscuro, más peligroso. Y lo sabía. Pero no podía detenerme.

Una noche, mientras el fuego crepitaba débilmente en la chimenea, Abril finalmente habló.

—¿Crees que esto es amor, Sam? —preguntó, su voz cargada de cansancio—. ¿Crees que todo lo que hiciste… lo que destruiste… era por mí? Porque no lo parece. Parece que solo estás hundiéndote, y me estás arrastrando contigo.

Sus palabras eran un golpe tras otro, pero no me permití reaccionar. En cambio, di un paso hacia ella, mi mirada fija en la suya.

—Esto es amor, Abril —dije, con la voz baja pero llena de intensidad—. Tal vez no sea el tipo de amor que querías, pero es el único que tengo. Es todo lo que soy.

black death (rivari g¡p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora