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Lisa había salido del apartamento de Jennie con bastante prisa. Estaba molesta, bastante molesta. Sus pasos bruscos y la velocidad con la que se movía, la ayudaron a llegar a su auto, que esperaba por ella en el estacionamiento subterráneo. Desbloqueó el auto y subió, con astucia de colocó el cinturón de seguridad y arrancó su auto quemando llanta.
Condujo con destreza y velocidad, su mente enfocada en la situación con la revista y el abogado que la estaba protegiendo. Su ira y frustración crecían con cada kilómetro que recorría. Esquivaba autos a diestra y siniestra,
Algunos conductores tocaban su claxon con molestia por la imprudencia de la rubia tras el volante. Un conductor se emparejó a Lisa, quien mantenía la velocidad alta.
El hombre tocaba su claxon con molestia intentando llamar su atención para reclamarle por haberlo arrebazado con brusquedad.
La rubia lo ignoraba intentando quitárselo de encima aumentado la velocidad del kilometraje, sin embargo, el hombre no daba su mano a torcer.
No hubo manera de escaparse cuando llegaron a la intersección donde el trolly del transporte metropolitano pasaba.
Lisa se detuvo mirando al frente, sus manos se mantenían sujetando fuertemente el volante.
El hombre que la había estado siguiendo, logró emparejarse a su lado. Estaba molesto. Bajó de su auto y se acercó a la ventana de la rubia golpeándola con la palma de la mano abierta. La ventana de Lisa se bajó automáticamente y el hombre comenzó a reclamarle por su conducción imprudente.— ¡Estás loca! ¡Podrías haber matado a alguien! — gritó el hombre, su rostro enrojecido por la ira.
Lisa lo miró con calma, su expresión impasible. — Suba a su auto.
— ¿Es todo lo que vas a decir? ¡Eres una estúpida!
— Sí, lo soy. Ya váyase.
El hombre se enfureció aún más por la respuesta de Lisa. — ¡Estás buscando problemas! — gritó el hombre. — No te pego solo porque eres mujer.
— Gracias. Váyase ya.
— ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Maldita loca!
— Usted es mi problema. — Lisa mantenía su expresión sería, sin embargo, sus ojos se encendieron con enojo. — Sí no se va, me las voy a ingeniar para joderlo.
— ¿Y cómo vas a hacerlo? — preguntó molesto.
Lisa sacó su cartera sacando algunos billetes de alta denominación. — ¿Cuánto quiere para que se suba a su mugriento auto?
El hombre se quedó atónito al ver los billetes de alta denominación en la mano de Lisa. Su expresión de ira se transformó en sorpresa y codicia.
— ¿Estás bromeando? — preguntó el hombre, su voz cambiando de tono.
— No bromeo. Quiero que se vaya y no quiero problemas — dijo Lisa, su voz firme. Sacó 20 billetes de $100 dólares y los puso en la mano del hombre. — Tome, $2,000. Ahora váyase y olvídeme — dijo Lisa.
El hombre se quedó con la boca abierta, mirando la cantidad de dinero que acababa de recibir. — Está bien, me voy — el hombre guardó el dinero y se subió a su auto, arrancando rápidamente una vez que el trolly de había ido.
Lisa lo miró irse, su expresión aún seria. Luego, arrancó su auto y continuó su camino, dejando atrás el incidente. Al llegar al edificio dónde vivía, entró al estacionamiento subterráneo con prisa haciendo que las llantas de su auto chillara por la manera brusca en la que condujo.
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La propuesta.
RomanceLa familia Brüschweiler siempre priorizó el trabajo y la empresa. Sin embargo, Lisa seguía sus propios planes. Después de la muerte de su padre, decide tomar medidas drásticas para asegurar su posición, incluyendo casarse con una prometida que ni co...